jueves, 4 de mayo de 2017

Otoño







No recuerdo en qué momento reparé en la belleza del paisaje otoñal en mi pueblo cordillerano. Seguro que no fue en mi adolescencia. Es probable que haya sido cuando Jorge Villalba, ya posesionado del teatro San José, inventó entre tantas cosas que traía en las alforjas, la semana del color, un concurso de fotografías de paisajes otoñales.

Ahora, que está amaneciendo un nuevo otoño y comienzan a aparecer los amarillos, los naranjas y ocres, me preparo de nuevo para dejarme sorprender por esos paisajes fantásticos.

Miles de imágenes mediante celulares y cámaras de todo tipo reflejarán para aprisionar en sus memorias y hacerlas recorrer el mundo,  los poéticos paisajes con caminos alfombrados de hojas, los cerros pincelados de esos tonos increíbles donde  primero aparecieron los amarillos de los álamos plantados por los pioneros y entre ellos una que otra mancha  de rosado intenso  de guindos o cerezos.  Mientras que en los cerros el follaje de  los ñires, lengas y raulíes del bosque nativo van mutando al ocre, luego al rojizo y finalmente al marrón.

Recuerdo cuando regresaba de Hua Hum, los viernes de vuelta a casa, en la lancha de pasajeros después de la semana laboral, cómo en otoño llamaba mi atención la mancha rojiza de los cerezos plantados en Quilahuinto por Don Antonio Lizaso, un antiguo poblador. Allí se repetía la combinación de álamos para el reparo y frutales para el consumo y la venta.-

Y para Don Antonio, a su memoria , como a la de tantos pioneros cierro esta página , emulando a nuestra amiga Maricarmen con este haiku:

Lloran las ramas

Sus doradas lágrimas

Es el otoño





No hay comentarios:

Publicar un comentario