jueves, 17 de octubre de 2013

LA PRINCESA DEL AZAR

COSECHA  FÁCIL




Llegó a la barra, depositó el vaso casi vacío y el barman que se acercó solícito, aunque era la rutina le dijo más con el gesto que con palabras : todo bien y acto seguido , como un ritual, extrajo del bolsillo de su chaleco un encendedor y extendiendo el brazo le alcanzó lumbre al cigarrillo que ella había extraído del pequeño estuche que , haciendo juego con su vestido, llevaba en la mano izquierda enfundada en un guante de gamuza negra.
Conforme con la concurrencia que colmaba el bar, su mirada sobrevoló el recinto y pensó que después de hacer su aporte a la recaudación diaria consumiendo, casi todos pasarían  a probar suerte en la sala de juego y ya fuera en las maquinas tragamonedas, en la ruleta, en punto y banca o donde fuera dejarían más aun contribuyendo con “Azar” que era lo mismo que decir con ella y su socio.
Ella misma contribuía cada noche. Le agradaba apostar unas fichas que compraba con su propio dinero porque, caramba, no pensará el observador inadvertido que aquel negocio sería como un almacén de barrio,  donde la mujer del dueño vendría a buscar tomates y un trozo  de queso para la pizza familiar o a retirar unos pesos de la caja para comprar cualquier cosa que hiciera falta… Que para eso era la mujer del dueño…¡No! Obviamente que, si quería apostar, debería comprar sus fichas y, como debe hacerse en una casa de juego, pues no más ni menos que sacando el efectivo de su bolsillo, o sea de su monedero y entregando el importe en boletería  a cambio de las pequeñas rodajas de esperanza.
Apenas cinco minutos permaneció en la barra, avanzó en su itinerario siguiendo entre las filas  de mesas que se ubicaban próximas a la galería que se extendía al frente del edificio y con su paso señorial y sin prisa ,comenzó el retorno hacia el salón de juegos.
Un par de veces se detuvo en aquel sector;  a saludar a una pareja conocida primero y después a cambiar algunas palabras con tres damas con las que solía conversar cuando el tiempo lo permitía, no esta vez, en que por ser sábado la concurrencia era masiva.


Habría querido probar suerte en Punto y Banca pero, tenía por norma no distraerse de su tarea los días de gran concurrencia de público; tal vez más tarde o mejor dicho en  la madrugada del domingo; cuando bajara la densidad de parroquianos en las mesas de juego. Por eso ahora, concluida su ronda, se dirigió a su lugar en el “puente de mando” y allí, cómoda en su sillón  y acodada a la mesa de sólida madera, finamente trabajada por algún ebanista ; se decidió a ver transcurrir ese  tiempo de cosecha fácil para sus arcas.-
-Cosecha fácil, no. Le  retrucó con firmeza Esteban alguna vez, cuando ella  así lo había manifestado en un comentario ligero de una conversación entre ambos respecto al funcionamiento del negocio. Y su socio y amigo sentimental le dejó muy claro que para haber llegado a esa productividad que podía decirse era un flujo continuo de dinero efectivo, él mucho había trabajado antes: pensando, organizando, diseñando, contratando, coimeando, trajinando, gestionando, invirtiendo y, había agregado entre líneas que no porque hubiera llegado ella , ahora, a la sociedad, invitada por él y aportando su bien de capital, por cierto que muy valorado por él, como eran su presencia,  y su gracia personal; no era cuestión que se calificaran tan livianamente  los resultados como: “cosecha fácil”.
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 Relato imaginario, en sus hechos, personajes y lugares. Prohibida su reproducción total o parcial.-

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