jueves, 24 de octubre de 2013

LA PRINCESA DEL AZAR

Presentación



“Hablando de Roma…” pensó ella cuando vió que en el  teléfono interno se encendía a lucecita roja que titilaba indicando que él quería hablarle: levantó el tubo y dijo -¿si?
A lo que oyó el habitual: -Cariño, ¿cómo está la noche? –Muy concurrida y tranquila; respondió Aurora. Entonces dormiré un sueñito, dijo él y agregó: -Un besito. -Otro. Le dijo ella y colgó.
Así eran las cosas en las noches de “Azar”. Se apoltronó en el sillón y permaneció estática moviendo sólo los ojos en otra recorrida, ahora visual del salón y la parte del bar  que se podían  observar desde allí. Todo estaba bien. Se irguió buscó en su cartera y extrajo un espejito en el cual, ahora, inspeccionó su rostro: los ojos; siempre los ojos .Desechó por el momento dirigirse al toilette para un retoque del maquillaje y el peinado. Implicaría entrar a la oficina y no quería despertar a Esteban.
Una hora después decidió  realizar otra ronda por el salón y se dispuso a bajar, acomodó sobre sus hombros el chal  blanco de piel sintética de mullido pelo tipo  oso polar. Tomó el vaso, su infaltable amigo más cercano en aquellas rondas.
Al poner un pie en el salón se dirigió a la mesa de Punto y Banca.
Quedaban tres lugares libres, decidió ocupar uno, por eso fue hasta la caja y compró algunas fichas.
Regresó y sin sorprenderse, comprobó que dos de los lugares habían sido ocupados por los caballeros en quienes había reparado antes. Ya había decidido ubicarse allí y, por otra parte, no había motivo para que cambiara de idea. La silla libre quedaba justo en frente del señor de traje gris eso la inquietaba, sin discernir  el motivo. A poco lo supo. El hombre la miraba casi constantemente; jugó dos manos sin suerte lo cual le dio motivo para levantarse.
Siguió  su recorrida  un poco molesta consigo misma por haberse levantado de la mesa…¿Acaso era una jovencita inexperta? ¿Por qué la incomodó la mirada del hombre de traje gris? Y, para colmo, en su propio lugar, en su casa. ¡Qué imbécil! Se sorprendió a sí misma porque había murmurado el insulto. Menos mal que nadie la había escuchado. Siguió hacia la próxima parada de su itinerario, el bar. Caminó entre las mesas, varias ya estaban desocupadas y al llegar al mostrador repitió el ritual de recibir del barman el informe y fuego para encender un cigarrillo. Su vaso de té estaba vacío pidió  scotch on de rock con un tono que el barman entendió, debía servirle de verdad la bebida.
Se sentó en una banqueta y allí permaneció deleitándose con el cigarrillo y la bebida. Mientras transcurría  el tiempo, trató de recordar al hombre del traje negro; una vez habían sido presentados. Era un empresario aunque no recordaba de qué rubro Solía concurrir a “Azar” aunque no era asiduo. A veces venía con su esposa y, con frecuencia, además con  otros hombres. Siempre de su edad, cincuentones o mayores, seguramente también empresarios como él.
-Buenas noches. Sumida en sus pensamientos no se había percatado que los dos caballeros se habían acercado a la barra, respondió con un  hola y a la vez que le extendía la mano el de traje oscuro preguntó ¿No la acompañó la fortuna? Ella sonrió y entonces el empresario dijo, señalando a su acompañante –Mi amigo, el señor Cuenca, éste extendió su mano que estrechó firme la de Aurora con un –Mucho gusto, Bernardo Cuenca.
Si no hubiera sido una mujer dotada de entrenamiento para disimular los impactos emotivos, la mujer se hubiera puesto en evidencia por la conmoción que le causó la mirada clara y profunda del hombre. Ella ahora entendía el motivo de su inquietud en la mesa de punto y banca, su pronta retirada y el disgusto siguiente.
-Mi amigo está de paso por Buenos Aires y quería conocer lugares interesantes, por eso lo he traído.
-Espero que se haga habitué, dijo ella  y siguieron conversando los tres. Supo que Bernardo poseía un campo en el sur, una estancia. Que era cliente del otro quien era un empresario porteño, proveedor de artículos sanitarios para el ganado. Aunque no se extendió demasiado la conversación, Aurora se enteró que el forastero era soltero y también se dio cuenta que el compañero había guiado la conversación para que ella recibiera ese dato. Ella se alegró interiormente, mas de inmediato se preguntó por qué; no estaba a la búsqueda de candidatos y se encontraba bien con  Esteban. El negocio funcionaba bien, la pareja también…Es decir…la pareja ¿Eran realmente una pareja? Objetivamente lo eran, compartían  vivienda y cama aunque no estaban casados. Convivian aunque no eran una familia , no tenían hijos ni habían hablado al respecto, señal que ninguno de los dos lo pensaba siquiera. Los unía el negocio, “Azar” y se sentían satisfechos con los resultados económicos de su empresa lo cual bastaba por el momento.

Les dijo que estaba encantada del momento compartido pero que debía dejarlos para atender su trabajo. Sabía ella que era sólo un pretexto, en realidad necesitaba finalizar aquella charla  que la inquietaba demasiado. El estanciero dijo estar deslumbrado por el lugar y que concurriría antes de volver al sur. El otro también tuvo palabras de elogio como que no abundaban casas de ese nivel en la ciudad y saludaron ambos a Aurora quien se alejó con paso firme y más rápido que en sus habituales recorridas.
Los hechos, lugares y personajes del presente relato,  son ficticios.

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