miércoles, 1 de mayo de 2019

" El Nectar" un cuento muy breve






Puso la botella de licor casero. Es un néctar que merece copas de cristal tallado, pensó. Pero no tenía; sólo unas simples copitas lisas de vidrio grueso que habían quedado de la época en que su padre y sus tíos tomaban un par de ginebras mientras jugaban al truco los días de invierno en que no podían salir, por el frío, a trabajar la tierra que se tornaba impenetrable para el azadón o la pala.

Se había colgado pensando en los años de su niñez en el sur, amparada en la seguridad que le daba el entorno familiar, cuando el timbrazo la volvió bruscamente a la realidad. Se sobresaltó: Debe ser él, ya son las ocho. Porque habían concertado para esa hora. Dejó la botella sobre la mesa y las copitas al lado; él había quedado de traer comida de la rotisería. Se arregló el cabello a las apuradas y se alisó la falda antes de abrir la puerta.

Para su sorpresa no era el candidato sino el chico de la rotisería de la otra cuadra, que le entregó la caja y una esquela para luego subirse a la bicicleta y alejarse sin esperar propina. Mientras ella, sorprendida, se quedaba parada ante la puerta abierta, con la caja de pizza en una mano y la esquela en la otra. Helada, entendió en un momento o no entendió y así de sorprendida dio la vuelta y entró en la casa; depositó la caja sobre la mesa, abrió la esquela y leyó: “Tuve que regresar de improviso a Buenos Aires, uno de mis hijos está enfermo. Mil disculpas. R.A.”

Ahí fue que tomó conciencia de que aquel forastero, llegado un mes antes con el proyecto de instalar  la delegación de una empresa de seguros generales, la había tomado por tonta.

Se conocieron el fin de semana anterior en el baile de la Cooperadora Escolar y a mitad de semana habían tenido una cita en el restó bar “El Único” así llamado porque precisamente no había otro en el pueblo.

Ahora  Soraida  se sintió una provinciana soñadora e inocente, por no decir una estúpida.

Pero…Por qué lo habría hecho. La esquela no mencionaba cuándo Rubén Alfredo volvería al pueblo. También era cierto que, en las dos oportunidades en que hablaron, él no le había comentado que tuviera familia. Tampoco ella se lo preguntó. Qué tonta. Resulta que tenía hijos.

-Siempre me pasa esto- se dijo en voz alta- Acto seguido abrió la ventana y sin decir  ¡Agua va! Revoleó la caja con pizza a la calle.

El insulto le llegó claro y fuerte. No quiso asomarse a la ventana pero, por lo escuchado, le había acertado a alguien que pasaba. Le llamó la atención, porque era una calle poco transitada, pensó en que si hubiera sido un concurso de tiro al transeúnte, con pizzas, no le habría acertado a nadie. Tanta era su mala suerte.

Se sentó derrotada, llenó del exquisito néctar las dos copitas y mientras puso a sonar en el Winco un long play de Julio Iglesias… Se bebió una y después la otra y así mientras sonaban las melódicas “Por el amor de una mujer”, “Me olvidé de vivir”, “abrázame”… Volvió a llenar las rústicas copitas y siguió bebiendo hasta terminar con  el licor casero.
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Es un cuento de mi autoría, cuyos hechos y personajes son ficticios. C.O.Buganem