martes, 7 de abril de 2020

Cataratas del Iguazú


I
De chico solía ver, en los libros y manuales escolares, las cataratas del río Iguazú. Tienen algo que impacta aun desde una lámina. También las solía ver  en los noticiarios que pasaban en el cine, pero  raras veces. Más frecuente era verlas en los libros y en la revista Billiken, esa hermosa amiga de mi infancia que cada semana esperaba con gran expectativa porque era como abrir una  ventana al mundo. Allí también aparecía información y fotografías a color para los escolares y, estoy seguro que alguna vez apareció como lámina central, en papel más pesado que el resto de las páginas y que miles de maestras y maestros habrán utilizado para ilustrar sus clases en las escuelas de toda la Argentina. 
                 Ya grande, en la Televisión las he visto, como todos, cientos de veces y me habré prometido viajar a conocerlas. Hace pocos días, ya septuagenario, logré mi propósito de llegar hasta Puerto  Iguazú, en la provincia de Misiones, pero mi objetivo lo cumplí a medias, como les contaré cuando llegue el momento, en este relato. 
                         Muchas personas  que las habían visitado, me recomendaron ir a conocer las cataratas. 

-No sabés la energía que hay en ese lugar. Tenés que ir.- o -Son imponentes, una cosa es contarlo y otra muy impactante estar ahí. 
                         
En diciembre había comprado un pasaje en una compañía de bajo costo, desde Neuquén a El Palomar, con tal propósito, después  se sumaron dos amigos: Aldo y Alexander, quienes también, desde mucho tiempo atrás deseaban conocer esa maravilla que ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad.

Lo que no imaginamos nunca fue que sobrevendría la pandemia del COVID19 que todavía nos tiene encerrados en nuestras casas o departamentos. 

II


Yo era, de los tres viajeros, el que vivía más alejado ( San Martín de los Andes, provincia de Neuquén) mientras que  Aldo y Alexander vivían en provincia de Buenos Aires y Capital Federal, respectivamente. La distancia que debía yo recorrer, hasta Iguazú, era de dos mil doscientos cuarenta km aproximadamente. Mi vuelo  saldría desde la capital de mi provincia, de modo que partí de mi casa en ómnibus, hasta Neuquén ciudad, el día diez de marzo (2020) para abordar el vuelo al día siguiente. Sali con buen tiempo y al llegar a El Palomar (provincia de Buenos Aires) llovía a baldes. Me esperaba Aldo quien tuvo esa gentileza sabiendo que soy pajuerano neto, o sea que no estoy habituado a manejarme  en la gran ciudad. Me alojaría en su departamento hasta el día trece en que ambos teníamos el vuelo hacia Puerto Iguazú. A sugerencia de mi anfitrión nos fuimos a una panadería con anexo bar, para tomar una merienda y sobre todo con la esperanza que amainara la intensa lluvia.
Pero antes de continuar voy a decir que a  Aldo lo  conozco desde hace unos cuatro años y  me  había visitado en mi lugar de residencia habitual, atraído por la fama de espectaculares paisajes que, merecidamente, tiene San Martín de los Andes.

                                Lago Lacar y muelle en San Martín de los Andes (Neuquén)



III

Pasaron varios días, Mientras esto escribo estoy transcurriendo mi décimo tercer día de cuarentena
( segunda tanda) bien, lo bueno es que los días se me pasan rápidamente un poco escribiendo, manteniendo limpio mi espacio, leyendo, whatsapeando, cocinando, mirando la tele,( noticias, pelis, música y programas de actualidad).

 Creo haber escrito ya, que arribé al aeropuerto El Palomar en la tarde del once de marzo habiendo abordado el medio aéreo en el aeropuerto de la ciudad de Neuquén y por eso aprovecharé para incluir en esta entrada un par de fotos de la ciudad capital de la provincia homónima.

Dado que quedaba el día doce como fecha previa al vuelo hacia Iguazú, aproveché para ir hasta capital, para lo cual Aldo me acompañó a la estación de Hurlingham del FFCC San Martín y Alexander me esperó en Retiro. Allí experimenté la poco frecuente experiencia de viajar por la gran metrópolis, en subterráneo, colectivos y remisse, porque Alex debía retirar un repuesto y también unos medicamentos para dos distintos compatriotas suyos. Pasamos por el Parque Centenario el que me pareció muy bonito con sus plantas, árboles, monumentos y un pequeña laguna con peces. Creo tener una imagen, veré de incluirla. Después en un restó bar tomamos una sustanciosa merienda, charlamos del viaje por iniciar al día siguiente por hacer en distintas empresas. Aldo y yo llegaríamos a Pto. Iguazú alrededor de las 17 horas mientras que Alexander lo haría cerca de las veintiuna.
Regresé temprano a  Hurlingham conde me esperaba Aldo y por suerte  pudimos dar un paseo por la ciudad donde me invitó a un helado, su golosina predilecta en su heladería, también preferida, frente a la plaza San Martín.
La acotación por suerte se debe a que, al volver de Iguazú, ya no podríamos pasear por la ciudad debido a la cuarentena por Covid19

IV  
La empresa aérea Jet Smart por la cual Aldo y yo teníamos nuestros pasajes de ida y regreso a Puerto Iguazú, nos cambió unilateralmente el aeropuerto de salida para la ida, de El Palomar, cercano al domicilio de mi amigo a Aeroparque de la ciudad de Buenos Aires, con lo cual tuvimos que incurrir en mayores gastos de nuestro propio peculio: en tren desde Hurlingham hasta Retiro y desde allí en un remisse privado, si mal no recuerdo un Uber,  hasta Aeroparque, en total unos trescientos pesos a cada uno. Lo consideramos un claro caso de falta de consideración hacia los usuarios, de los que tanto se ven en todos los órdenes actualmente . Y por cierto que reclamamos pero lo que siempre se obtiene en estos casos son explicaciones y retóricas que tratan  de justificar lo injustificable y eluden hacerse cargo de los mayores costos hubiera correspondido. Hubo un pasaje  gracioso cuando con mi amigo decidimos ir hasta un locutorio para contratar un remisse desde de Hurlingham a Aeroparque directamente . El llamado lo hicimos a dos manos, como se diría si se tratara de interpretar al piano una complicada obra musical. En principio los dos no cabíamos en la cabina, entonces lo hicimos con la puerta abierta: Aldo más conocedor del lugar, me dictaba los números - guía telefónica en mano- mientras yo marcaba y hablaba por el teléfono: la comunicación era complicada; varios números no respondían o daban continuamente ocupado, y cuando lográbamos hablar, resultaba que por ejemplo una remisería de otra localidad no podía trasladarnos si no teníamos el domicilio en su jurisdicción. En un momento, yo  me enojé con el empleado de una de las remiserías y le dije: "¡Bueno no se extrañen si no consiguen clientes!" Unas jovencitas desde la cabina  contigua  nos miraron asombradas... Finalmente al caer en la cuenta que éramos adultos mayores   tratando de establecer una comunicación realmente imposible,   terminamos riéndonos de buena gana de la situación y de nosotros mismos.
El viaje en tren con escala en Retiro, para echarle algo al estómago,  en esos hermosos locales antiguos donde funcionan  negocios que venden comida rápida, y nos pudimos ubicar en unos cómodos sillones. Fue un paréntesis muy agradable. Sobre todo para mi, residente en  provincia patagónica, era todo novedad.  

No se si ya lo dije, disculpas, no se si ya lo escribí, pero el cambio de aeropuerto para el vuelo de ida ( Aeroparque Jorge Newubery por El Palomar) nos significó un gasto extra trescientos pesos por barba.  Aldo que es muy cuidadoso de sus gastos, renegó y mucho por este tema y yo le encuentro razón. También me dejó en claro  que hubiese sido preferible haber viajado por otr empresa low cost,  Latam.  De todos modos ya era tarde para arrepentirse. Lo cierto fue que para ese vuelo, Jest Smart nos cambio la partida de El Palomar por Aeroparque a otra empresa asociada, llamada Norwest o algo así.( Tiene que ver con Noruega). Al llegar al aeropuerto Jorge Newuvery, divisé el monumento a Cristóbal Colón, que por disposición de una presidenta, se dice que por sugerencia del venezolano Hugo Chávez, fuera desplazado desde inmediaciones de la casa rosada a este lugar en el Río de la Plata, que muy bien se lo divisa desde la avenida costanera, cerca del aeropuerto. El choffer de  Uber, como nos había aclarado en Constitución,   nos dejó casi cien metros antes del portal de acceso para evitar ser visto por los taxistas tradicionales, debido al   problema de lucha entre ellos por si les corresponde o no prestar ese servicio y porque consideran advenedizos a los "Uberianos", intereses creados, que le dicen.
Lo cierto fue que volamos muy bien y arribamos a horario previsto; as 19 horas a puerto Iguazú. : La primera percepción al salir del aeropuerto  fue la de ser envuelto por un calor intenso  y húmedo. A continuación  la selva paranaense que parecía haber sido interrumpida para crear un blanco desmontado donde construir la pista para el descenso y el despegue de aviones y ya viajando en una de las combis, rumbo a la ciudad, los árboles y plantas a ambos lados de la ruta parecían querer precipitarse para recuperar el espacio que les habían robado. Mientras iba descubriendo ese paisaje nuevo para mi , me impresionó la agradable combinación entre el rojizo suelo y el verde intenso del follaje.
Los primeros en llegar fuimos Aldo y yo, al caer la tarde, para la hora de cenar ya se nos había reunido Alexander, quien llegó más tarde en vuelo de Aerolineas; tuvo la iniciativa  dee adelantarse a tratar con la combi que nos buscaría en la mañana siguiente para hacer la excursión a las cataratas en el lado brasileño. Esto que al principio recibió el cuestionamiento de cuál era el apuro si teníamos seis días por delante, veinticuatro horas después resultaría un paso totalmente acertado.
Al día siguiente, catorce de marzo, el móvil pasó a buscarnos al hotel y partimos hacia el puesto aduanero de nuestro país, luego al similar de Brasil.
El día era soleado. Al llegar al sitio donde comenzaría la excursión propiamente dicha, había muchísimos turistas, estimo en alrededor de  dos mil. Todo muy bien organizado. Ya esperaba a nuestro grupo, un guía que nos entregó unas tarjetas con un nombre y un símbolo para diferenciarnos, y nos dio las instrucciones. Después abordamos uno de los numerosos buses abiertos,  de dos pisos, en el que nos trasladaríamos hasta un lugar donde ingresaríamos al circuito y caminando llegaríamos a puntos panorámicos, uno llamado el balcón, y finalmente cada vez acercándonos más hasta estar muy junto al salto principal de la parte brasilera, de las famosas cataratas.
Gente de distintos países las  visitaban , al igual que nosotros. Se comentó que este año traían menos agua que habitualmente.
Cuando terminamos el recorrido volvimos a juntarnos con nuestro guía, y asi cada grupo con el suyo, para dirigirnos al lugar en que abordaríamos los buses abiertos de dos pisos y regresar hasta el punto inicial del Parque Iguazú en Brasil, conde nos esperaba la camioneta transfer en la que viniéramos desde Puerto Iguazú (en Argentina) .
La mayoría de los de nuestro grupo, se fue a un gran shoping, situado en el límite entre ambos países, pero nosotros tres, Aldo, Alexander y yo elegimos visitar el Parque de Aves. Y no nos arrepentimos: una belleza increíble, donde pudimos observar toda clase de aves de la región: papagayos, tucanes y otras cuyos nombres no recuerdo: de variados colores, unas cuyo plumaje era totalmente blanco y otras todo lo contrario, así como las había rojo intenso, o combinando varios colores como los papagayos. A mi me dejaron extasiados los magníficos tucanes.
Lamentablemente mi celular por su cuenta borró todas las fotos que tomé y fueron muchísimas. Creo que me quedan sólo dos o tres. Pero le pediré a mis compañeros de viaje, para ilustrar este relato. También había alguna iguana, por cierto que no es ave, pero allí estaba y también una serpiente enorme, creo que era una yarará. ¡Qué impresión!
Había un sector de mariposas. En otro lugar un coro de jóvenes entonaba canciones tradicionales de pueblos originarios brasileños. Después entramos a un sector donde cada tanto caía una muy fina llovizna artificial para atenuar el calor . Lo cierto es que debimos hacer en dos horas un recorrido que, para aprovechar la maravillosa diversidad de las aves y plantas allí expuestas, hubiera sido conveniente recorrer en el triple de tiempo. 
Lo que sigue fue la noticia sorpresa que este mismo día -por la noche- nos enteramos mientras cenábamos. 

V

Esa noche, mientras cenábamos en algún restaurante del centro de Puerto Iguazú, comentando la excursión al parque  del lado brasilero, y al Parque de Aves, nos enteramos que a partir de las cero horas del 15 de marzo- es decir al día siguiente- por razones de salubridad ante la pandemia de COVID 19 el intendente de  nuestro Parque Nacional Iguazú -  había dispuesto su cierre al público.- 
Eso fue para los tres - como lo habrá sido para los varios miles de turistas en la bella ciudad- un baldazo de agua fría. Adios nuestro proyecto de conocer la Garganta del diablo, de caminar por las mentadas pasarelas, de admirar ese Patrimonio dela Humanidad qe Dios quiso regalarnos a todos los argentinos y al mundo todo. La noticia vino a poner un sabor ácido a nuestra cena. Y después las conjeturas y comentarios:que la gravedad de la situación sanitaria, que nos quedaban cinco días de estadía planificada...Con esas dudas caminamos por las calurosas calles hasta nuestro hospedaje y nos fumos a dormir con esa incertidumbre. 

Este relato continuará en breve, tal vez hoy mismo, estén atentos.



Observación al margen: Acabo de leer lo siguiente, "Uno cree inventar un cuento pero siempre hay alguien que lo inventó antes", el concepto aparece en el cuento Viento Norte del escritor Enrique Anderson Imbert, argentino.