jueves, 19 de diciembre de 2013

"LA PRINCESA DEL AZAR" (relato)

REMANSO

                                                    
Pero dejando al hombre con sus pensamientos, reconozcamos el sector por donde caminaba Bernardo esa  mañana.  Era el mismo lugar  donde había corrido en su infancia, hasta los seis años  en que había transcurrido allí con sus padres, después sólo en las vacaciones porque el resto del año  lo mandaban a  estudiar como internado en la capital de provincia.
Allí el verde y fresco pasto natural  formaba un tapizado que los caballos mantenían recortado y en el entorno de la casa esa tarea era del peoncito a órdenes de Marta. Los álamos le hacían el encuadre a distintos sectores, el abuelo había plantado varias especies que daban sombra y embellecían el paisaje cercano conformando un parque delicioso con  Abedules, encinas, eucaliptos entre otros y plantas exóticas de bellísimas flores.
Un río de moderado caudal cruza la estancia y en la pampita donde se levanta el casco, va formando meandros a la manera de los ríos de llanura. De importancia vital es lo que sucede con relación a este río del cual, en su parte alta, se toma el agua para la vivienda que es llevada por un canal construido hace ya muchos años, cuando el padre de Bernardo era joven y ya administraba la estancia. Buscaba el confort para su joven esposa y los hijos que vendrían. Anteriormente los abuelos extraían  el agua mediante un molino movido por la fuerza del viento que la extraía y depositaba en un gran tanque tipo australiano de donde algún peón la bombeaba a mano a un tanque instalado en el entretecho de la casa.
Pero en este río, donde en la parte baja abreva el ganado y en verano gustan los peones de darse un chapuzón al concluir las tareas del día, hay un sector al que llaman El Remanso, es un recodo donde el río se aquieta y su curso forma un semicírculo donde, al correr, el agua emite un suave  murmullo como tenue música que calma e invita al descanso reparador. El remanso está rodeado por pastos tiernos y árboles de chacay que impiden a manera de fresca cortina las miradas indiscretas.
Hasta el remanso llegó Bernardo esa mañana y se tendió sobre el fresco tapiz, arrullado por el rumor del agua, repasó sus años de adulto en la estancia, sus relaciones con la gente que lo rodeaba, todos subalternos suyos de una u otra manera, Marta, a quien ya conocemos, el capataz y su familia, los puesteros distribuídos justamente en los cuatro puestos a fin de vigilar y atender los trabajos en la gran extensión de la propiedad y  unos pocos peones  que tenían su casa colectiva en proximidades del casco. Los puesteros eran más estables y tenían una casa donde vivían con su familias. Los puestos  se ubicaban en la propiedad, formando casi un círculo, el más cercano a tres kilómetros del casco y el más alejado a veinte. Los peones solían contratarse en las épocas de más trabajo: arreos, esquilas, pariciones, cosecha del pasto, entre otras. El peoncito de la casa, Jaime,  era hijo de un puestero, y era de los estables con otro par de peones mayores que trabajaban desde varios años atrás.
Curiosamente Bernardo nunca se sentía solo en Piedra Amarilla, ocupado en el trabajo y en los recuerdos y porque cuando tenía ganas de tratar con otra gente, más allá de su vida cotidiana en la estancia, se iba al pueblo más próximo del cual lo separaban unos cincuenta kilómetros. Allí tenía amistades. Podía reunirse en el hotel principal con otros estancieros , comerciantes y otros notables así como con ciertas amigas que conocía y con algunas de las que, sucesivamente, había mantenido noviazgos pero que viéndolas ahora en el repaso de esos años transcurridos sólo habían sido pasatiempos. Fue por eso pensó, que aquel lugar donde vivía se había transformado en un paraíso…Sin Eva…

……………………………………………………Continuará……………………………………………….
Los hechos , personajes y lugares del presente relato son imaginarios. 
Imagen:tomada por Pablo E. Quiroga. en el lago Curruhué Chico, Pcia. Neuquén

jueves, 5 de diciembre de 2013

LA PRINCESA DEL AZAR


RECORDÁNDOLA

                                                                            Imagen tomada por Pablo E. Quiroga

RECORDÁNDOLA
Al dia siguiente Bernardo se despertó temprano pero con su cuerpo todavía cansado por el largo viaje. El traqueteo del tren donde siempre viajaba en camarote, lo cual no significaba que pudiera dormir sino que era un constante adormilarse para despertar segundos después, ya por los cambios de marcha o porque se detenía en una estación, ahí sía el cansancio lo dejaba dormir pero, a los pocos minutos cuando un tirón ponía el convoy en movimiento, se despertaba bruscamente. Y de nuevo el movimiento rítmico al avanzar las ruedas de metal sobre sobre rieles de acero. Sumado a ello el viaje de cuatro horas por el camino enripiado en partes y con tantos pozos y desniveles.

Pero no eran las incomodidades las que ocuparon su pensamiento esa mañana y es seguro que de buen agrado emprendería de inmediato otro viaje a Buenos Aires porque despertó recordando al Azar y a la mujer que allá conociera y que ya estaba instalada en sus afectos.
Todo el ámbito de la casa de juego con sus distintos sectores se le representaban tan apetecibles con las luces y el bullicio de la gente más la música muy suave y en cada sector la figura de Aurora, radiante y enigmática en ese ámbito donde a él se le antojó como una reina en todo el esplendor de una sofisticada corte de la alegría y los placeres.

Era seguro que Marta estaría desde muy temprano cumpliendo su tarea silenciosa y con el desayuno listo para él. Por su parte el capataz lo iba a esperar para recibir indicaciones acerca de algunos asuntos del quehacer habitual de la estancia. Esto lo trajo a la realidad y antes que  llamaran a su puerta, tomó impulso reuniendo todas sus fuerzas, especialmente de voluntad para levantarse y disponerse al trabajo. Como siempre, el desayuno preparado por Marta era suculento, compuesto por café, leche, pan casero y varias mermeladas que ella misma preparaba cada verano; y queso, el rico queso preparado por una mujer deel lugar que en primavera y en verano venía cada tres meses a y preparaba allí en la estancia las piezas que alcanzarían para casi todo el año.
Después del desayuno, el patrón salió para encontrarse con Fidel, el capataz,  quien lo puso al tanto de todo lo acontecido en los días de su ausencia. Bernardo le dio las indicaciones que consideró necesarias según los planteos del encargado. Un hombre de su entera confianza; como lo era Marta en la casa, Fidel era su brazo derecho en el trabajo de campo.

Después Bernardo caminó a pie por los alrededores del casco, estaba bastante maltratado por el viaje y por eso postergó, para un par de días después, la salida a caballo para un recorrido mayor. Caminó pausadamente entre el verdor de los antiguos árboles plantados ya en los tiempos de su abuelo. En el freso de la mañana bajo el cielo despejado de nubes, pensó que aquél lugar era lo más semejante a la idea que tenía del paraíso…¡Sin Eva! Fue la repentina acotación de su subconsciente.  


...........................................................................Continuará.........................................................................

"La princesa del Azar" es un relato imaginario, por lo tanto lugares y personajes no son reales.