jueves, 31 de octubre de 2013

"La Princesa deel Azar"


Bernardo regresó al “Azar” antes de volverse al sur, la noche anterior a su partida. Esta vez fue solo, ya conocía el lugar y su intención era hablar a solas con esa mujer que lo había impactado. En el bar se instaló en la barra y pidió una copa. No pasó mucho tiempo hasta la llegada de Aurora en su primer recorrida de esa noche:
-Hola.
-Hola, qué gusto verla.
Ella sonrió- a su pesar sonrió- 
Conversaron, al principio de cuestiones triviales y después, copas mediante, la charla discurrió por aspectos de la vida anterior de cada uno, como si fueran antiguos amigos que se reencontraran después de años sin verse.
La mujer debió alejarse a veces para atender cuestiones de su trabajo y cada vez regresó para reanudar la charla. Más tarde se sentaron por varias manos a la mesa de punto y banca, que dejaron para seguir hablando. Cuando fue hora de despedirse ambos sabían que un lazo afectivo quedaba tendido entre ellos.
Él tenía programado regresar a la capital en unos tres meses, más o menos. Se dieron las manos y ella pensó que era demasiado tiempo, pero al momento supo que era mejor así, o lo mismo daba; o qué pretendía respecto a ese hombre que no fuera una simple amistad.
Por su lado él lamentó, por primera vez en años, que era desafortunado vivir tan lejos de la capital, o mejor dicho del “Azar”.

Esa noche, en el hotel, Bernardo tardó en conciliar el sueño. Repasó entonces sus años de hombre adulto que, a los veinte, terminados sus estudios secundarios  vivió otro año en la ciudad mientras tomaba experiencia y decidía si seguiría o no una carrera universitaria. Resolvió tomar la última opción y se estableció en el sur junto a su padre donde aprendió a administrar la estancia y todo lo referido a los trabajos de la cría de ganado y el cultivo de pasturas.
A los treinta y cinco, con la muerte de su padre, quedó al frente de “Piedra Amarilla” la estancia familiar que su abuelo había iniciado en la Patagonia. En su papel de dueño y administrador pasaron los años y ahora, apenas traspuestos los cincuenta, no se explicaba por qué no había formado una familia. Para darse un respuesta se dijo que estaba cómodo así, dedicado a su empresa y viviendo discretas relaciones con mujeres de algún pueblo cercano y con alguna de la ciudad en sus periódicos viajes  a la capital, tan necesarios para su trabajo como para su espíritu.

Ya entre sueños, se preguntó cómo hubiera sido la mujer elegida para esposa. Acaso cómo Aurora…se había dormido apenas cuando una voz, acaso la suya propia, la  interior, preguntó: - ¿O cómo Frida...? Eso bastó para desvelarlo. Una realidad de su pasado vino a quitarle el sueño.

jueves, 24 de octubre de 2013

LA PRINCESA DEL AZAR

Presentación



“Hablando de Roma…” pensó ella cuando vió que en el  teléfono interno se encendía a lucecita roja que titilaba indicando que él quería hablarle: levantó el tubo y dijo -¿si?
A lo que oyó el habitual: -Cariño, ¿cómo está la noche? –Muy concurrida y tranquila; respondió Aurora. Entonces dormiré un sueñito, dijo él y agregó: -Un besito. -Otro. Le dijo ella y colgó.
Así eran las cosas en las noches de “Azar”. Se apoltronó en el sillón y permaneció estática moviendo sólo los ojos en otra recorrida, ahora visual del salón y la parte del bar  que se podían  observar desde allí. Todo estaba bien. Se irguió buscó en su cartera y extrajo un espejito en el cual, ahora, inspeccionó su rostro: los ojos; siempre los ojos .Desechó por el momento dirigirse al toilette para un retoque del maquillaje y el peinado. Implicaría entrar a la oficina y no quería despertar a Esteban.
Una hora después decidió  realizar otra ronda por el salón y se dispuso a bajar, acomodó sobre sus hombros el chal  blanco de piel sintética de mullido pelo tipo  oso polar. Tomó el vaso, su infaltable amigo más cercano en aquellas rondas.
Al poner un pie en el salón se dirigió a la mesa de Punto y Banca.
Quedaban tres lugares libres, decidió ocupar uno, por eso fue hasta la caja y compró algunas fichas.
Regresó y sin sorprenderse, comprobó que dos de los lugares habían sido ocupados por los caballeros en quienes había reparado antes. Ya había decidido ubicarse allí y, por otra parte, no había motivo para que cambiara de idea. La silla libre quedaba justo en frente del señor de traje gris eso la inquietaba, sin discernir  el motivo. A poco lo supo. El hombre la miraba casi constantemente; jugó dos manos sin suerte lo cual le dio motivo para levantarse.
Siguió  su recorrida  un poco molesta consigo misma por haberse levantado de la mesa…¿Acaso era una jovencita inexperta? ¿Por qué la incomodó la mirada del hombre de traje gris? Y, para colmo, en su propio lugar, en su casa. ¡Qué imbécil! Se sorprendió a sí misma porque había murmurado el insulto. Menos mal que nadie la había escuchado. Siguió hacia la próxima parada de su itinerario, el bar. Caminó entre las mesas, varias ya estaban desocupadas y al llegar al mostrador repitió el ritual de recibir del barman el informe y fuego para encender un cigarrillo. Su vaso de té estaba vacío pidió  scotch on de rock con un tono que el barman entendió, debía servirle de verdad la bebida.
Se sentó en una banqueta y allí permaneció deleitándose con el cigarrillo y la bebida. Mientras transcurría  el tiempo, trató de recordar al hombre del traje negro; una vez habían sido presentados. Era un empresario aunque no recordaba de qué rubro Solía concurrir a “Azar” aunque no era asiduo. A veces venía con su esposa y, con frecuencia, además con  otros hombres. Siempre de su edad, cincuentones o mayores, seguramente también empresarios como él.
-Buenas noches. Sumida en sus pensamientos no se había percatado que los dos caballeros se habían acercado a la barra, respondió con un  hola y a la vez que le extendía la mano el de traje oscuro preguntó ¿No la acompañó la fortuna? Ella sonrió y entonces el empresario dijo, señalando a su acompañante –Mi amigo, el señor Cuenca, éste extendió su mano que estrechó firme la de Aurora con un –Mucho gusto, Bernardo Cuenca.
Si no hubiera sido una mujer dotada de entrenamiento para disimular los impactos emotivos, la mujer se hubiera puesto en evidencia por la conmoción que le causó la mirada clara y profunda del hombre. Ella ahora entendía el motivo de su inquietud en la mesa de punto y banca, su pronta retirada y el disgusto siguiente.
-Mi amigo está de paso por Buenos Aires y quería conocer lugares interesantes, por eso lo he traído.
-Espero que se haga habitué, dijo ella  y siguieron conversando los tres. Supo que Bernardo poseía un campo en el sur, una estancia. Que era cliente del otro quien era un empresario porteño, proveedor de artículos sanitarios para el ganado. Aunque no se extendió demasiado la conversación, Aurora se enteró que el forastero era soltero y también se dio cuenta que el compañero había guiado la conversación para que ella recibiera ese dato. Ella se alegró interiormente, mas de inmediato se preguntó por qué; no estaba a la búsqueda de candidatos y se encontraba bien con  Esteban. El negocio funcionaba bien, la pareja también…Es decir…la pareja ¿Eran realmente una pareja? Objetivamente lo eran, compartían  vivienda y cama aunque no estaban casados. Convivian aunque no eran una familia , no tenían hijos ni habían hablado al respecto, señal que ninguno de los dos lo pensaba siquiera. Los unía el negocio, “Azar” y se sentían satisfechos con los resultados económicos de su empresa lo cual bastaba por el momento.

Les dijo que estaba encantada del momento compartido pero que debía dejarlos para atender su trabajo. Sabía ella que era sólo un pretexto, en realidad necesitaba finalizar aquella charla  que la inquietaba demasiado. El estanciero dijo estar deslumbrado por el lugar y que concurriría antes de volver al sur. El otro también tuvo palabras de elogio como que no abundaban casas de ese nivel en la ciudad y saludaron ambos a Aurora quien se alejó con paso firme y más rápido que en sus habituales recorridas.

jueves, 17 de octubre de 2013

LA PRINCESA DEL AZAR

COSECHA  FÁCIL




Llegó a la barra, depositó el vaso casi vacío y el barman que se acercó solícito, aunque era la rutina le dijo más con el gesto que con palabras : todo bien y acto seguido , como un ritual, extrajo del bolsillo de su chaleco un encendedor y extendiendo el brazo le alcanzó lumbre al cigarrillo que ella había extraído del pequeño estuche que , haciendo juego con su vestido, llevaba en la mano izquierda enfundada en un guante de gamuza negra.
Conforme con la concurrencia que colmaba el bar, su mirada sobrevoló el recinto y pensó que después de hacer su aporte a la recaudación diaria consumiendo, casi todos pasarían  a probar suerte en la sala de juego y ya fuera en las maquinas tragamonedas, en la ruleta, en punto y banca o donde fuera dejarían más aun contribuyendo con “Azar” que era lo mismo que decir con ella y su socio.
Ella misma contribuía cada noche. Le agradaba apostar unas fichas que compraba con su propio dinero porque, caramba, no pensará el observador inadvertido que aquel negocio sería como un almacén de barrio,  donde la mujer del dueño vendría a buscar tomates y un trozo  de queso para la pizza familiar o a retirar unos pesos de la caja para comprar cualquier cosa que hiciera falta… Que para eso era la mujer del dueño…¡No! Obviamente que, si quería apostar, debería comprar sus fichas y, como debe hacerse en una casa de juego, pues no más ni menos que sacando el efectivo de su bolsillo, o sea de su monedero y entregando el importe en boletería  a cambio de las pequeñas rodajas de esperanza.
Apenas cinco minutos permaneció en la barra, avanzó en su itinerario siguiendo entre las filas  de mesas que se ubicaban próximas a la galería que se extendía al frente del edificio y con su paso señorial y sin prisa ,comenzó el retorno hacia el salón de juegos.
Un par de veces se detuvo en aquel sector;  a saludar a una pareja conocida primero y después a cambiar algunas palabras con tres damas con las que solía conversar cuando el tiempo lo permitía, no esta vez, en que por ser sábado la concurrencia era masiva.


Habría querido probar suerte en Punto y Banca pero, tenía por norma no distraerse de su tarea los días de gran concurrencia de público; tal vez más tarde o mejor dicho en  la madrugada del domingo; cuando bajara la densidad de parroquianos en las mesas de juego. Por eso ahora, concluida su ronda, se dirigió a su lugar en el “puente de mando” y allí, cómoda en su sillón  y acodada a la mesa de sólida madera, finamente trabajada por algún ebanista ; se decidió a ver transcurrir ese  tiempo de cosecha fácil para sus arcas.-
-Cosecha fácil, no. Le  retrucó con firmeza Esteban alguna vez, cuando ella  así lo había manifestado en un comentario ligero de una conversación entre ambos respecto al funcionamiento del negocio. Y su socio y amigo sentimental le dejó muy claro que para haber llegado a esa productividad que podía decirse era un flujo continuo de dinero efectivo, él mucho había trabajado antes: pensando, organizando, diseñando, contratando, coimeando, trajinando, gestionando, invirtiendo y, había agregado entre líneas que no porque hubiera llegado ella , ahora, a la sociedad, invitada por él y aportando su bien de capital, por cierto que muy valorado por él, como eran su presencia,  y su gracia personal; no era cuestión que se calificaran tan livianamente  los resultados como: “cosecha fácil”.
 ----------------------------------------------->>><<<------------------------------------------ nbsp="">

 Relato imaginario, en sus hechos, personajes y lugares. Prohibida su reproducción total o parcial.-

jueves, 10 de octubre de 2013

"LA PRINCESA DEL AZAR"

INTUICIÓN

.



Diez pasos y estuvo junto a la mesa cuatro de ruleta, se apostaba fuerte, bueno para la casa. se detuvo un momento y prodigó sonrisas, algun ¡Hola! y un ¡Buenas noches! ...Qué tal... continuando su recorrido sin esperar respuesta.

Hizo nuevas paradas en las mesas cinco y seis; después miró unos minutos en punto y banca, había dos lugares libres, a veces jugaba un par de manos pero ahora pareciera que algo titilaba en  su subconsciente. Siguió su ronda, don Manuel, antiguo cliente de la casa la saludó con su acostumbrado " Dichosos los ojos..." que ella agradeció con leve sonrisa para continuar, fina y distante, su itinerario hacia el bar. Casi todas las mesas estaban ocupadas por mayoría de habitués que charlaban antes de pasar al salón de juegos o bien entre una y otra incursión a probar suerte. Algunos sólo venían en busca de esparcimiento conversando, mostrándose en público  y viendo gente mientras paladeaban un café o una copa e incluso algún bocadillo para sostener el estómago vapuleado por las bebidas. 

En una de las mesas conversaban los dos señores que había visto entrar un rato antes. Al de traje oscuro ya lo conocía porque venía con frecuencia, a veces acompañado por una dama, pero esta noche lo hacía con otro caballero al que estaba segura de no haber visto antes. de haberlo visto lo recordaría, pensó. De nuevo algo titiló en su intuición femenina mas su semblante, habituado a no reflejar lo que pasaba en su interior, siguió inmutable. No permitia que nada de lo que la alertara,  preocupara o  disgustara en aquel recinto trascendiera en su bien modelado rostro, ni en sus ojos oscuros, ni en algún rubor de su tez.
Aurora continuó su itinerario sonriendo a unos, observando a otros como si su mirada al posarse aquí, allá, en tal o cual concurrente fuese repartiendo bendiciones laicas que a no pocos incautos se les antojarían como pesagios de suerte en el azar pero que, en realidad, lo que hacían era constatar que la suerte siempre fuera a favor de ella y de su socio, únicos beneficiarios finales en aquella rueda de la fortuna.
Pasó junto a la mesa de los dos caballeros en los que había reparado y aunque no se detuvo, pareció que lo haría porque se tomó uno instante para sludarlos con un inaudible ¡Hola! al tiempo que iluminaba su rostro una leve sonrisa . Siguió con su andar de reina y aunque ya no los veía intuyó sus miradas,más nítida y clara la del desconocido y no dudó que hablaban de ella.
------------------------------------------------------------------------------------

jueves, 3 de octubre de 2013

"La Princesa del Azar"

"EL   AZAR"

Ese fin de semana también estaba muy concurrido. 
Luces, música, sonido de copas 
y la tenue neblina del humo de cigarrillo que persistía a pesar
de los extractores funcionando 
a su mayor potencia.
Desde su mesa, Aurora vio ingresar a dos hombres entre  
el movimiento de gente que entraba y algunos que salían,  
y de inmediato supo que al del traje gris nunca lo había visto en "EL AZAR"...ni en otra parte.

Pocos detalles escapaban a su registro desde el puesto de observación, en el primer piso, y a manera de balcón desde donde seguía el movimiento de público, mozos y croupiers. El acceso, el bar y el salón principal eran escudriñados desde aquel lugar que le permitía seguir cuanto aconteciera en el negocio. A su espalda una puerta tallada en roble, daba acceso a la oficina de Esteban, su socio, amante y patrón. Desde allí observaba, con su infaltable copa que rara vez contenía alcohol y casi siempre, como ahora, un té fuerte y ligeramente edulcorado que bien aparentaba el color del whisky.
Vio que el conserje se había acercado a los dos caballeros recién llegados y los guiaba hasta una mesa en el bar.
En una mesa  de ruleta alguien había acertado un pleno, un murmullo de aprobación y algún batir de palmas  subieron claros por encima delos sonidos del salón. Un cliente había ganado y eso, antes que preocuparla significaba que otros se animarían a apostar más porque, bien sabían ella y Esteban que ver ganar a un apostador, estimulaba el ansia de ganar entre los habitués. Así como, sabían que no había riesgos en el balance final para la casa, la cuestión era una oportunidad entre treinta y seis.
Pronto sería oportuno que diera una vuelta, la primera de la noche, copa en mano, compartiendo, como buena anfitriona, con los concurrentes. Una onrisa aquí, un ¡hola! allá, deteniéndose a mirar una apuesta, o esperando una bollilla próxima a detenerse para luego escuchar el típico canto del color y la cifra que el azar había decidido, llevando la alegría a algunos y la decepción a más. Mientras ella, con su presencia era, el ojo que engorda el ganado... Le gustaba esa parte de su rol en la empresa, pasearse como una princesa plebeya y sofisticada, y "EL AZAR" su principado; pero estaba claro que el  rey era el que estaba en la oficina, detrás de la puerta tallada en roble. 

Elegante, pausadamente, Aurora bajó las escaleras que la llevaban al mismo plano que los súbditos, en realidad los parroquianos. En su mano derecha el vaso simulando whisky con tres cubitos de hielo  flotando y lanzando destellos que competían con los de su pulsera de oro y con su collar de perlas, sintéticas  pero caras. El vestido verde oscuro le sentaba, toda su indumentaria le sentaba, no en vano había incursionado en el mundo de la moda y no en vano estuvo a punto de convertirse en modelo profesional. De haberse concretado, hubiera dejado conformes a sus padres, pero...Le sonrió a alguien ya poniendo su pie derecho en el salón de juego y, con leve movimiento de su cabeza, alejó el recuerdo familiar.
La mullida alfombra bordó, era grata a sus pies, elegantemente calzados en unos zapatos negros charolados que se complementaban regiamente con el vestido. (Continuará)