REMANSO
Pero dejando al hombre con sus pensamientos, reconozcamos el sector por
donde caminaba Bernardo esa mañana. Era el mismo lugar donde había corrido en su infancia, hasta los
seis años en que había transcurrido allí
con sus padres, después sólo en las vacaciones porque el resto del año lo mandaban a
estudiar como internado en la capital de provincia.
Allí el verde y fresco pasto natural formaba un tapizado que los caballos mantenían
recortado y en el entorno de la casa esa tarea era del peoncito a órdenes de
Marta. Los álamos le hacían el encuadre a distintos sectores, el abuelo había
plantado varias especies que daban sombra y embellecían el paisaje cercano conformando
un parque delicioso con Abedules, encinas,
eucaliptos entre otros y plantas exóticas de bellísimas flores.
Un río de moderado caudal cruza la estancia y en la pampita donde se
levanta el casco, va formando meandros a la manera de los ríos de llanura. De
importancia vital es lo que sucede con relación a este río del cual, en su parte
alta, se toma el agua para la vivienda que es llevada por un canal construido
hace ya muchos años, cuando el padre de Bernardo era joven y ya administraba la
estancia. Buscaba el confort para su joven esposa y los hijos que vendrían.
Anteriormente los abuelos extraían el
agua mediante un molino movido por la fuerza del viento que la extraía y
depositaba en un gran tanque tipo australiano de donde algún peón la bombeaba a
mano a un tanque instalado en el entretecho de la casa.
Pero en este río, donde en la parte baja abreva el ganado y en
verano gustan los peones de darse un chapuzón al concluir las tareas del día,
hay un sector al que llaman El Remanso, es un recodo donde el río se aquieta y
su curso forma un semicírculo donde, al correr, el agua emite un suave murmullo como tenue música que calma e invita al descanso reparador. El remanso
está rodeado por pastos tiernos y árboles de chacay que impiden a manera de
fresca cortina las miradas indiscretas.
Hasta el remanso llegó Bernardo esa mañana y se tendió sobre el fresco
tapiz, arrullado por el rumor del agua, repasó sus años de adulto en la estancia, sus
relaciones con la gente que lo rodeaba, todos subalternos suyos de una u otra
manera, Marta, a quien ya conocemos, el capataz y su familia, los puesteros distribuídos
justamente en los cuatro puestos a fin de vigilar y atender los trabajos en la
gran extensión de la propiedad y unos pocos peones que tenían su casa
colectiva en proximidades del casco. Los puesteros eran más estables y tenían
una casa donde vivían con su familias. Los puestos se ubicaban en la propiedad, formando casi un
círculo, el más cercano a tres kilómetros del casco y el más alejado a veinte.
Los peones solían contratarse en las épocas de más trabajo: arreos, esquilas,
pariciones, cosecha del pasto, entre otras. El peoncito de la casa, Jaime, era hijo de un puestero, y era de los estables
con otro par de peones mayores que trabajaban desde varios años atrás.
Curiosamente Bernardo nunca se sentía solo en Piedra Amarilla, ocupado en el
trabajo y en los recuerdos y porque cuando tenía ganas de tratar con otra
gente, más allá de su vida cotidiana en la estancia, se iba al pueblo más
próximo del cual lo separaban unos cincuenta kilómetros. Allí tenía amistades. Podía
reunirse en el hotel principal con otros estancieros , comerciantes y otros
notables así como con ciertas amigas que conocía y con algunas de las que, sucesivamente, había mantenido noviazgos pero que viéndolas ahora en el repaso de esos años
transcurridos sólo habían sido pasatiempos. Fue por eso pensó, que aquel lugar
donde vivía se había transformado en un paraíso…Sin Eva…
……………………………………………………Continuará……………………………………………….
Los hechos , personajes y lugares del presente relato son imaginarios.
Imagen:tomada por Pablo E. Quiroga. en el lago Curruhué Chico, Pcia. Neuquén
Imagen:tomada por Pablo E. Quiroga. en el lago Curruhué Chico, Pcia. Neuquén