Bernardo llamó a su amigo, el empresario para invitarlo a cenar, necesitaba hablar con alguien y, después de todo él había sido el causante de su enamoramiento cuando lo llevó a El Azar y le presentó a quien ahora lo tenía cautivado. Le comentó su interés por Aurora, el amigo lo escuchó y al principio, pensó que estaba bromeando. Finalmente cuando Bernardo habló de casamiento, debió admitir que el estanciero hablaba en serio. Lo vio tan firme en su comentario que no le pareció oportuno aconsejarlo, era un hombre responsable de sus actos y había que reconocer que si de tener una mujer hermosa se trataba, su amigo había hecho un buena elección. En cambio si se pensaba en lo distinto que era el medio en que ella siempre se había desenvuelto y el lejano sur, ya era para pensarlo muy bien y así se lo hizo saber. Después de señalarle esa circunstancia y respuesta mediante, supo que Bernardo estaba decidido a todo.
A media mañana del día siguiente Aurora le hizo un llamado al hotel. La conversación fue breve para lo que el ansioso pretendiente hubiera deseado y quedaron en almorzar en un restaurante de Palermo que ambos conocían. El llegó antes y mientras esperaba pidió un Martini. Cuando ella llegó él se puso de pie para recibirla y se saludaron dándose las manos, luego la ayudó a quitarse el abrigo y le acercó la silla para que tomara asiento.
Ella aceptó un aperitivo, él solicitó otro Martini. Luego conversaron con tranquilidad, fundamentaron sus posiciones y se explayaron el uno porque sí la otra porque no. Bernardo sacó como conclusión que su pretendida tenía temores a cambiar su estado actual y afirmó su oferta respecto de que en caso que ella lo aceptara lo primero sería concretar el casamiento con lo que le aseguraba el futuro y puso toda su oratoria en demostrarle cuánto más sólida sería su situación como esposa de un estanciero que como socia de una casa de juego y concubina del dueño.
Esa tarde pasearon por el parque, y mientras la mujer se mostraba más dispuesta a la contemplación silenciosa, él locuazmente hacía planes para una vida juntos en la cual trató que ella pudiera imaginar los verdes campos del sur, los ríos y lagos de aguas azules los cielos diáfanos en primavera y los nubarrones que traían precipitaciones en invierno invitando a recogerse en la comodidad de la casa confortablemente ubicados al calor del fuego del hogar. Esa tarde se despidieron sin que Bernardo obtuviera un sí definitivo mas el silencio dubitativo de Aurora le renovó la esperanza de un futuro sí .
Ella se fue de aquel encuentro con la seguridad que el amor manifestado por Bernardo era verdadero y dotado de las mejores intenciones. Esto la hizo sentir preocupada por la conversación que había tenido el día antes con Esteban. No quisiera que finalmente aquello terminara en una actitud desleal hacia Bernardo. (Continuará)
Los hechos y personajes de este relato son ficticios. Prohibido el uso parcial o total del relato.