viernes, 20 de octubre de 2017

"El acechador" otro cuento de Roberta Casal

-Muchacho tonto-dijo el cochero- casi le aplasto la cabeza con las ruedas. El joven harapiento y de movimientos torpes, corrió hacia la espesura del bosque y desapareció.
-¡Hop, hop!- gritó el hombre tirando de las riendas, y los caballos acatando la orden pararon frente a la dirección indicada.


 Imagen perteneciente al sitio: cervantesvirtual.com

La posada aun tenía prendidas las luces.
Del carruaje bajaron dos mujeres y una niña de unos cinco años. Era muy vivaz y se distinguía por sus bucles negros.
-Adelante señoras- dijo con respeto el encargado de la posada. Era robusto y panzón- les tengo preparado el cuarto y la comida las espera.
Mientras el cochero desenganchaba y llevaba los caballos al granero para alimentarlos, ellas se introdujeron en la casa de hospedaje. Estaban agotadas y hambrientas.
Después de ubicarse en el cuarto, se cambiaron de ropa y bajaron al comedor.
Era tarde y no había huéspedes, salvo ellas y el cochero que estaba comiendo en la cocina.
La enorme mujer del posadero les sirvió papas y ganso asado con vegetales. Una jarra de agua fue puesta en la mesa, y con ella quedó la sonrisa que demostraba el deseo de complacer a las distinguidas visitas. Tráenos una botella de vino blanco- ordenó la mayor de las mujeres- el agua es para la niña- dijo mirándola con tono autoritario. La orden no se hizo esperar. La botella fue puesta en la mesa junto  a  las copas.


                                                                               (2)

-Bien, supongo que es la mejor que tienes- dijo la mayor de las mujeres, esperando que les sirva. Comieron, tomaron su vino, hicieron una breve sobremesa y subieron a su habitación, dispuestas a descansar.

Una lluvia densa comenzó a caer en el paraje.
- ¡Qué viaje nos espera mañana! Si no para de llover-dijo una de ellas, pero no obtuvo respuesta de su compañera.
Es que ya dormía profundamente demostrando el viaje cansador que habían tenido, transitando largas distancias.
Sabían que llegar a destino les demandaría un día completo para arribar por la noche. Debían recordar aprovisionarse de alimentos para no pasar necesidades inesperadas.
-Dejaré las cortinas corridas para que me despierte el alba- se dijo mientras lo hacía, luego apagó las velas. No tardó en quedar profundamente dormida.
Solo se escuchaba el ruido del agua que caía sobre el techo de la antigua casona.
Los perros y los animales estaban a resguardo en el granero, donde también tenía preparado su lugar de reposo el cochero.
Pasada la medianoche, un rostro empapado de transpiración, anhelante espiaba a las tres mujeres, fijando su vista en la pequeña que dormía boca abajo desparramando sus bucles sobre la almohada.
De su boquita entreabierta salía un leve e infantil ronquido.
El intruso la miró ávidamente a la luz de los relámpagos y empujó sin ruido los vidrios de la ventana, que no cedió porque estaba trabada por dentro.
Largó un gemido de impotencia y se arrancó un mechón de pelo sucio, demostrando su ira contenida.
Con su mano mugrienta de uñas descuidadas, se tapó la boca y comenzó a balancearse.
A punto de caerse bajó por donde había subido y sigilosamente comenzó a buscar una entrada posible, sabiendo que si hacía ruido, los perros que estaban en el granero, ladrarían y él sería descubierto.
Rodeó el hospedaje bajo la torrencial lluvia, vadeando y jadeando. Articulaba sonidos guturales y caminaba encorvado. Su deforme andar lo hacía siniestro.

                                                        

Alterado porque no podía entrar, comenzó a sollozar.
Estaba entumecido por el frío y dolorido después de subirse al pescante trasero del carruaje y aferrarse para no ser descubierto, evitando caer en el camino, todo le había demandado un gran esfuerzo.
Con los puños cerrados comenzó a golpearse el cuerpo, a romperse los pocos harapos que lo cubrían a medias.
Se levantó de un salto con un pedazo de trapo en la mano, miró hacia arriba.
Trepó por una vieja encina adherida a la pared y llegó hasta el techo.
Se aplastó sobre él. La lluvia no cesaba y tenía dificultades para moverse.
Rio torpemente. Ya llegaría hasta la niña y la llevaría a la cueva, donde otra pequeña dormía y no quería despertar.
A esta no la haría dormir, para que siempre esté despierta y el pueda verla llorar, llorar y llorar, sin piedad, verla, sin piedad.
Trepó y se arrastró hasta un tragaluz. Zamarreó la ventana hasta que logró romperla, destruyó los vidrios y se introdujo por la abertura. Estaba ansioso y exacerbado pensando en la niña.
No vio que un pedazo de vidrio filoso como un puñal había quedado amenazante.
Cuando sus piernas pasaron el resto del cuerpo quedó atrapado y el vidrio se hundió en su abdomen que lo abrió desde abajo.
Como no entendía lo que pasaba, comenzó a agitarse y el vidrio se hundió mas en su cuerpo.
Un grito animal salió de su garganta sofocado por el estruendo de los relámpagos. 
Atrapado y sin poder evadirse, sintió el ardor que le quemaba las entrañas y quedó bamboleándose, pidiendo que la niña fuera de él.
Al amanecer sin lluvia y con los primeros rayos del sol, después del desayuno mientras subían al carruaje la dueña de la posada se les acercó y les dijo que tuvieran cuidado. Un loco peligroso había escapado del hospicio y andaba acechando por los caminos. Ya había desaparecido de la morgue el cadáver de una niña.
-¿ De que edad es ese loco?- preguntó el cochero sospechando.
-Tendrá unos quince años, es moreno, robusto y de cabello rizado y oscuro.
-Dios mío creo que lo vi en el cruce después del último puente viniendo para aquí, estaba entre los matorrales. Casi lo piso- y diciendo esto ajustó el arma en su cintura.
-Ya mismo mandaré avisar a quienes lo buscan- dijo la mujer.
Dentro del coche, las dos mujeres asustadas abrazaron a la niña sentándola entre las dos.
El trotar de los caballos anunció la partida.(Fin).
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Nota: El presente cuento de Roberta Casal, autora argentina radicada en la ciudad patagónica de San Martín de los Andes, forma parte de su libro "Desde el Corazón" de cuentos y poemas. 

(2)Imagen perteneciente al sitio:Pinterest.com


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