I
Faltaba una
semana para el estreno de “La Zorra y las uvas” de Guilherme Figueiredo, en el
teatro “La Máscara”. La compañía que dirigía Fernando Del Río ensayaba a ritmo
intenso, ya incorporados vestuarios y utilería. Esa mañana de viernes, el
elenco estaba citado para las diez. Como era habitual se reunirían
en la sala de estar, detrás del escenario.
Ya estaban
todos, incluída Graciela, la asistente, sólo faltaba la actriz principal,
Leonor Gutiérrez.
-¿Habrá
llegado? Preguntó Fernando.
-Sí.
–Respondió José- un actor de color que
representaba el personaje de un esclavo etíope.- La escuché repasar letra en su
camarín.
Entonces
Fernando recordó que ella le había comentado, el día anterior, que hoy vendría
más temprano que los demás, para fijar la letra de la escena final.
-Entonces
debe estar en el camarín. Graciela, por favor, avísele que vamos a comenzar el ensayo.
Mientras
esperaban, el director informó al elenco que pasarían la obra completa, sin
interrupciones; y desde el día siguiente se agregarían los técnicos de luz y
sonido.
No responde
–dijo la asistente regresando de interiores - Se habrá retirado, porque llamé varias veces.
-Cómo se va
a retirar. José la habría visto salir- Dijo molesto el director.
-No la vi salir - Respondió el aludido.
Es raro-dijo
Fernando y agregó -Venga Graciela, acompáñeme por favor. Ambos salieron
hacia el camarín. Llamaron sin obtener respuesta y el hombre anunció en voz
alta que iban a entrar; abrió la puerta y su expresión fue un grito ahogado. A
espaldas de Fernando, la asistente alcanzó a ver el cuerpo en el piso, sobre un charco de sangre.
Fernando se volvió, el rostro pálido murmurando -Dios mío- y se apoyó en la joven para no caerse.
Los demás
acudieron al llamado de Graciela. Entendieron que algo muy grave había
ocurrido. Los hombres se asomaron a la puerta del camarín y la asistente les
advirtió que no entraran
-Que alguien
llame a la policía.
II
Los tres
cuartos de hora siguientes fueron interminables. De pronto el optimismo del día anterior ante la proximidad del
estreno, se vio reemplazado por la desazón general. Se habló muy poco y sólo
para preguntarse ¿Quién? ¿Por qué? .
La asistente
lloraba; todos sentados como si las fuerzas los hubiesen abandonado de repente.
Fernando seguía pálido y demacrado; Elena su mujer, vestida con la túnica griega
de su personaje lo consolaba en silencio con un brazo rodeándole los hombros.
Por fin
golpearon a la puerta. Sintiendo que sus pies pesaban toneladas, Gustavo otro
de los actores se levantó, pero antes que diera un paso la puerta se abrió y un
elegante hombre cincuentón , de
impecable traje gris, apareció en el umbral. Miró al grupo, fijando por unos
segundos la vista en cada uno antes de decir:
- Soy el
comisario inspector SantiagoAlesci.
Despidió al
gerente del teatro que lo había acompañado, hizo entrar a un ayudante y preguntó por el director de la compañía.
Fernando debió ser ayudado a ponerse de pie y el policía le pidió que le
indicara dónde estaba el cadáver. Después de examinar el camarín el comisario
volvió y se dirigió a los presentes para decirles que nadie debería retirarse de allí sin su
autorización. Permanecerían ese recinto, especie de salón de pasos perdidos
detrás del escenario, con acceso por un lado a los baños del personal y por el
otro a los camarines. En las salidas de ese sector ubicó guardias.
Luego le hizo preguntas generales a Fernando acerca
de quién y a qué hora había encontrado el cadáver; le formuló otras preguntas sobre
las costumbres y modalidad de trabajo del grupo.
Como el
gerente había autorizado al policía para utilizar una oficina contigua,
estableció en ella su despacho. Para luego, según les explicó inciar los
interrogatorios a cada uno de los integrantes del elenco teatral.
III
III
El primero
en declarar fue Fernando, lo hicieron pasar, el secretario estaba presto para
tomar registro escrito de la
declaración. Debió explicar que además
de dirigir era actor y hacía el papel de Xantos, un rico comerciante y
sofista de la isla de Samos, en Grecia.
Acerca de su relación con los miembros de la compañía, manifestó que era
la habitual entre el director artístico y un elenco concertado. A excepción de
su relación matrimonial con Elena Bordeau, actriz.
El policía
le preguntó desde cuando conocía a la occisa y qué sabía de su vida privada. La conocía desde algunos años antes, ya que
había integrado otro grupo actoral en su
compañía y que actualmente estaba divorciada.
Terminada su
declaración, Fernando volvió con el grupo y, a pedido del detective, transmitió
a José Uribe que pasara a declarar.
Ante las
preguntas, el actor visiblemente nervioso,
explicó cuál era su rol en la obra; aclaró que su personaje no tenía
texto, sólo su presencia en algunas escenas, en dos de ellas las actrices declamaban sus monólogos dirigidos al
etíope, su personaje. Debió relatar todo
lo que vio ese día desde su llegada al teatro; desde que el sereno le abrió la puerta de entrada de
actores, porque no todos en el grupo tenían
llave. Como el detective quiso saber quiénes la tenían , respondió : -El
director.
Cuando le indicaron proseguir, José manifestó que se dirigió al lugar de
reunión y en ese momento escuchó la voz de Leonor, repitiendo el texto de su
personaje.
-Habló con
ella?
–No, señor. No le gustaba que la molestaran en
su camarín y… yo no tenía confianza con ella.
-¿Y con quiénes tenía confianza ?- quiso saber el comisario.
José pensó
unos segundos mientras el inspector lo miraba al rostro, por fin dijo: - Con
Fernando y la esposa…y también con Miguel Ureña, el actor principal.
Siguieron
las preguntas, el declarante no tenía conocimiento acerca de alguna relación
sentimental de la muerta, ni enemistad manifiesta con alguien del grupo.
Finalmente
le preguntó quién había sido el siguiente en llegar, y contestó que Gustavo
Ruíz otro actor del elenco.
Con alivio
el joven actor negro recibió orden de retirarse, pero no del teatro, donde
debería permanecer para el caso que debiera volver a ser interrogado.
Finalmente el policía le pidió: Dígale
al señor Gustavo Ruiz que lo espero.
IV
IV
Entró a la
oficina Gustavo Ruiz, treinta y cinco años, actor en el papel de Agnostos, un
capitán de guardias venido de Atenas, huésped de Xantos en su residencia.
Confirmó que
al llegar ya se encontraba allí José, que no vio en persona a la actriz; que su
trato con ella no iba más allá de estar ambos en la misma puesta. Que no se frecuentaban fuera del ámbito
teatral. Y demás aspectos que confirmaron lo dicho por los anteriores
declarantes.
El detective
observó que el hombre, ataviado con uniforme de época, llevaba una espada
pendiendo del cinturón, sobre su flanco izquierdo - para empuñar con la
derecha- pensó; en tanto del lado derecho tenía una funda más pequeña pero sin
ningún elemento – Permítame su cinturón- ordenó el policía y recién al
desabrocharlo Gustavo se dio cuenta que no estaba el puñal. Con la conmoción de
la muerte de la actriz no se había dado cuenta de que no estaba el arma. En un
segundo lo invadió el estupor; ¿Cómo era
posible, si ayer lo había dejado en el ropero del teatro, en el arnés y junto
con el traje? Se lo dijo al inspector, éste lo miró en silencio. En el límite de su ansiedad el
actor le preguntó- ¿Usted ahora sospecha de mi? -Sospecho de todos, fue la
respuesta.
Le aclaró
que no podía retirarse del teatro y le pidió que hiciera pasar a la asistente
de dirección.
Un
compungido Gustavo Ruíz salió de la oficina, Graciela se adelantó para saber
cómo había sido su interrogatorio pero el sólo atinó a decirle que el detective
la esperaba.
Después se
dirigió a Fernando para decirle que su puñal, no estaba en el cinto, acaso él o alguien de los técnicos lo había
retirado; el director negó. Mientras
Elena, siempre junto a su esposo, los escuchaba en silencio. Gustavo quiso saber si el día antes habían
dejado el vestuario bajo llave y la respuesta fue afirmativa.
Al mismo
tiempo Santiago dio a sus colaboradores la orden de buscar el puñal que faltaba
en el cinturón de Agnostos.
V
Al momento
de su declaración, Graciela Smith asistente de dirección de la compañía, se
mostró segura de sí; coincidió con los anteriores en la información que
daban respecto de lo acontecido esa
mañana y no aportó nada nuevo sobre la personalidad de la actriz asesinada ni
acerca de sus relaciones. En su caso particular dijo estar viviendo una
relación sentimental con el actor Gustavo Ruiz.
De pronto,
el inspector le preguntó si ella tenía llave del guardarropas donde se guardaba
los trajes de los actores. Le respondió
que sí.
Terminado el
interrogatorio , ella quizo saber si ya tenía alguna pista. Después de mirarla
a los ojos por varios segundos el hombre le
respondió :- Puede ser…¿Y usted tiene alguna? Ella negó moviendo la cabeza y el policía pensó
que ella sabía algo más que no le había
confesado.
Era el turno
de Miguel Angel Ureña. Dijo que tenía cuarenta años de edad, veinte de ellos en
distintas compañías actorales de la ciudad, y en este proyecto representando
un personaje tan central como
emblemático en la historia, el fabulista griego Esopo.
De las
preguntas, efectuadas a los anteriores declarantes, no surgió nada nuevo o
decisivo para la investigación.
Entonces
poniendo en práctica su estilo de ubicar al otro en su propio lugar de policía,
mientras pensaba en hacerle una pregunta insidiosa, lo miró a los ojos por unos
segundos, y entonces percibió que había
inquietud y turbación en el rostro del actor. Le preguntó -¿Sospecha usted
quién pudo haber sentido tanta animadversión hacia Leonor Gutiérrez, como para
asesinarla?
-No señor. -
Respondió en un tono que no era acorde
a un actor de carácter.
Cerrando la
entrevista, el policía le dijo: No se retire del teatro, señor Ureña; es
posible que vuelva a necesitarlo. Por favor avísele a la Sra. de Del Río
que es su turno.
VI
Elena
Bordeau se presentó sosteniendo con sus dos manos un peine dorado de utilería,
que utilizaba en la primera escena en que Melita, su personaje, peinaba los
largos cabellos castaños de Cleia, el otro personaje femenino que protagonizaba
la malograda actriz principal.
Santiago la
invitó a sentarse y la observó unos instantes, tan pálida como la túnica blanca
que lucía.
-¿Se siente
bien? -Le preguntó y la respuesta fue -Tanto como se puede estar con esta
desgracia.
Respondiendo
a las preguntas del inspector, contó que conocía a Leonor Gutiérrez desde hacía
algunos años, seis o siete, y que habían actuado antes en otra obra también
dirigida por su esposo. La declaración de Elena no parecía tener nada fuera de
lo común para aportarle. Ante una pregunta concreta, dijo que la fallecida no
tenía pareja actualmente y que desconocía si tenía relación sentimental con
alguien dentro o fuera del ambiente teatral.
Concluyendo
la indagatoria el hombre la vio con el rostro crispado y todavía muy pálida. Al
indicarle que habían terminado por el momento la mujer comentó: -Además de lo
terrible de la muerte, se imagina que es un desastre para el proyecto. Mi esposo
está destruido anímicamente-
-Lo
entiendo-respondió el policía y agregó - Permanezca en el teatro, en unos
minutos hablaré con todos.
Mientras buscaban por todas partes, los policías auxiliares encontraron en un estante cercano a la puerta del camarín de Leonor, el grabador de cinta en el cual se podían escuchar los textos de las escenas en que ella tenía participación. Del aparato se tomaron las huellas digitales; esto le dio al investigador la certeza de que el crimen lo había cometido alguien del teatro. A la vez descomprimió la situación de José, quien había escuchado la voz grabada de Leonor Gutiérrez.
El que seguía sospechado era Gustavo Ruiz.
VII
Santiago
miró su reloj, era cerca del mediodía;
sabía que uno de los pasos siguientes sería hablar con el grupo y conminarlos para que dijeran todo lo que sabían.
En tanto en
el hall del teatro había un grupo de personas porque la novedad había
trascendido: habían llegado familiares,
enterados que algo inusual estaba ocurriendo. Se había hecho presente la esposa
de José, la pareja de Miguel Angel, periodistas de una canal de televisión y de
algunas emisoras de radio; el gerente del teatro, así como personal técnico y de maestranza a los
que la policía no permitió acceder al
sector del crimen.
El detective
habló en privado con el gerente para que se avisara a los familiares de la occisa
que vivían en otra ciudad; eso debía hacerse antes de dar un comunicado a la
prensa. En ese intervalo, aprovechó para tomar un cortado doble y darle al
estómago dos o tres galletitas en razón que apenas salido de la ducha había
recibido desde la seccional la orden de dirigirse al teatro La Máscara. Después
del frugal desayuno tuvo una breve reunión con el equipo de peritos y
finalmente fue a encontrarse con los miembros de la compañía que continuaban
reunidos en el salón detrás del
escenario. Les planteó que a esa hora el sospechado era Gustavo Ruiz, por
faltar el puñal de su indumentaria, no creía con certeza que fuera el autor del
crimen; no era admisible que hubiera usado su propio puñal sin protegerse
con una coartada más consistente. Y por su parte, su experiencia de investigador
le hacía pensar que algunos de los declarantes, no habían aportado todo lo que
sabían. El investigador pensaba que el asesinato respondía muy probablemente a una motivación pasional,
por eso necesitaba completar el esquema de las interrelaciones en el grupo. La
señora Leonor Gutiérrez, según sus declaraciones, no tenía relación sentimental
alguna, nadie la acompañaba hasta el teatro ni la esperaba al terminar su
actividad; él pensaba que ahí,
precisamente, estaba la falta de datos aportados. Creía, concretamente,
que alguien del grupo había tenido una
relación con ella o alguien más cercano en amistad debía saberlo en caso que tuviera una relación con alguien
ajeno al grupo.
-De modo
señoras y señores- termino diciendo el inspector- que voy a realizar otra ronda
de interrogatorios y, si alguien tiene alguna información que aporte
directamente para aclarar las cosas, le ruego que lo haga a fin de evitarles
tener que pernoctar esta noche en la seccional de policía. Se terminaron los
códigos corporativos, entenderán la gravedad del caso; una mujer ha sido
asesinada. Esta vez el orden para
declarar lo establecerán ustedes. Estaré esperando- Los miró por cinco
segundos, luego dijo –Con su permiso- Y se retiró a la oficina donde había
constituído su despacho.
VIII
El primero
que se acercó fue Ureña, el actor de carácter, dijo que lo hacía para ponerle
en conocimiento que era gay, lo cual
conocían todos los miembros de la
compañía y que el hombre que era su pareja estaba en ese momento en el hall del teatro.
Santiago Alesci tomó nota pero le aclaró que su condición no lo eximía de sospechas. Y el pobre Miguel Angel se retiró tan afligido como había entrado.
La siguiente
en volver a la oficina fue Graciela quien dijo que venía para informarle que
mantenía una relación íntima con Gustavo, el actor sospechado, y que había
pasado la noche anterior en su departamento, que por esa razón se habían
dirigido juntos al teatro esa mañana.
-Según tengo
anotado el señor Ruiz llegó primero al
sector de reunión donde ya estaba José Uribe.
–En efecto,
aclaró Graciela, dije que al teatro llegamos juntos, yo me quedé por algunos
minutos en la portería para dejarles una nota a los técnicos, que llegarían más
tarde solicitando asistencia para el
ensayo de mañana. Y algo más, señor inspector; llame al director
artístico, el seguramente sabrá respecto
a las relaciones sentimentales de la infortunada Leonor.
-Sea más
clara y diga todo lo que sepa, señorita.
- Lo siento,
sé que son amigos y como tal deben saber si Leonor tenía alguna relación con alguien.
Todos los demás sólo tratábamos a Leonor en los ensayos.
Ya de
regreso a la sala Graciela se dirigió al grupo y pidió que quienes tuvieran que hablar, lo
hicieran porque no era justo que Gustavo estuviera pasando momentos de angustia
al estar sospechado.
-Todos
sabemos que alguien tomó el puñal, pero eso no significa que él la haya matado
porque no tenía motivos para hacerlo.
Ya eran pasadas las tres de la tarde cuando le
trajeron a Santiago el puñal, encontrado entre unos arbustos a tres cuadras del
teatro. Como era de práctica, el equipo de laboratorio levantaría las huellas
digitales.
Entonces el
detective volvió al salón y habló a todos los integrantes de la
compañía. Les hizo saber que en un par de horas tendrían el informe de las
huellas digitales y que entonces quedaría develado el misterio.
-Mientras
permaneceremos aquí. Pero si alguien, como pedí antes, desea agregar algo a su
declaración anterior, tal vez le sirva de atenuante.
Como sabrán,
retacear información se podrá constituir en un agravante.
Fernando
pidió hablarle a solas.
-Hable aquí,
señor Del Río; ¿No suelen decir ustedes que los actores son una gran familia? y
por lo que llevo indagándolos en estas horas, aquí lo saben todo de todos... Hasta yo podría en este momento anticiparle lo que me quiere decir. Pero lo
escucho…
IX
-Yo mantenía
una relación sentimental con Leonor Gutiérrez…
- Hijo de
Puta Lo interrumpió su mujer… -y mirando a todos agregó -Sí, él mantenía una
relación con ella… Volviéndose a su marido: - yo te amenacé con abandonarte…
Después le habló al grupo: - lo amenacé ayer mismo con abandonarlo… Y de nuevo
a Fernando:-Por eso la mataste…¡Asesino! …¡Asesino!
Y gritando y
llorando se arrojo sobre el acobardado Fernando, golpeándolo como mejor podía.
Dos agentes
debieron apartarla.
La sospecha
se limitaba ahora a dos personas , Fernando y Elena.-
Si pudiera
decirse que develar el misterio de un crimen es motivo de fruición para un
detective, este era el caso de Santiago Alesci; porque estaba a punto de
colocarle el moño al caso para entregárselo al Juez.
¿Pasaron
ustedes la noche juntos? Preguntó dirigiéndose al matrimonio. La respuesta fue afirmativa y Elena aclaró
que había salido primero de su hogar para asistir a una consulta médica antes del
ensayo, después se encontraron a tomar un café en un bar cercano para concluir diciendo:
- Y llegamos juntos al
teatro
-Terminemos
con esto Elena…No fuiste a ningún médico. Te anticipaste, mataste a Leonor…y
saliste por la puerta de emergencias, para reunirte conmigo en el Bar
Candilejas.
-Eso se
prueba muy fácil, enviaré un agente al consultorio de su médico…señora, deme la
dirección…
Entonces
Elena se quebró… y en un llanto histérico les hablo a sus compañeros : -Iba a dejarme por
ella. Después del estreno me dejaría…. Sola, después de veinte años y sin siquiera
haberme dado un hijo… A esta altura de nuestras vidas me negaría su amor…su compañía …todo…¿Qué
futuro me esperaba?… Por eso la maté.
Y siguió
llorando mansa, calma, serenamente.
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Este relato es solo producto de mi imaginación y no responde a hechos ni personas reales. La trama del relato no tiene nada que ver con la obra que se cita "La zorra y las uvas" la cual existe realmente y su autor es el dramaturgo brasileño Guilherme Figueiredo.
Prohibido el uso de este texto sin autorización del titular de este blog.
Prohibido el uso de este texto sin autorización del titular de este blog.
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