El muchacho alma de barrio
Cuadro serie : Juanito Laguna, del pintor argentino Antonio Berni
Tito era un muchacho de barrio, nacido y criado en La
Paternal. De niño había jugado al fútbol en los baldíos y crecido con sus
amigos de siempre. Conocido y querido
por todos, su familia era parte de la historia de aquel lugar donde su bisabuelo, inmigrante italiano, había trabajado de medianero en las chacras. Hoy ya era otra cosa en el
barrio donde Tito había crecido y donde,
siendo adolescente sintió despertar su
alma al amor. Una nueva alegría de vivir distinta al futbol y a lo que sentía
por sus padres, por sus hermanos y amigos le hizo ver la vida desde un lugar
que hasta entonces no había conocido. Mas pronto sobrevino la primera amargura. Fue cuando el padre de su noviecita fue trasladado a la provincia de Córdoba.
Entonces Tito vio apagarse la alegría de vivir que había llegado con su breve
noviazgo. Y aunque le juró a Emilse ir tras ella no bien pudiera trabajar e
independizarse, con el paso de los meses puso su alma en el club de fútbol procurando entrenar con toda su fuerza y energía.
Hizo progresos notables y llegó a ser probado en un club grande de la categoría
B. Su afán y expectativas lo animaron a abrigar esperanzas de
triunfo. Pero otro desengaño le deparaba el deporte, y no pudo concretar su
pase al nivel profesional. Tito empezó a
entender que la vida era complicada,
difícil y no siempre benévola con los muchachos de barrio.
Bien
parecido, aunque no era consciente de esa cualidad, lo que le depararía otro giro a su vida.
Habiendo descartado su futuro en el fútbol,
decidió asumir la realidad y pidió trabajo en una fábrica importante de La
Paternal. Como ya era su modo de afrontar los golpes de la vida, puso su alma
en el trabajo; con ello ganó la confianza de sus jefes y un día lo sorprendió
que el dueño en persona lo convocara para que fuera su chofer. Teniendo a su
cargo los dos coches importados en que se movían el dueño y su familia, conoció
a la esposa y las hijas de aquel. Una de las jóvenes llamada Melisa era realmente
hermosa, de esas mujeres que podía atraer la atención de cualquier hombre, a
Tito ni se le ocurrió pensar que ella sí se fijaría en él. La hija del patrón, en alguna oportunidad en que
la trasladaba a la facultad, sutilmente lo indujo a abrigar esperanzas de una relación entre ellos. Un día lo invitó a
bailar y empezaron a salir. Entonces el joven de barrio, de modesta clase media
baja, puso su alma en ser medio amigo o casi novio de Melisa. Nada más que eso,
porque no se atrevía a pensar si quiera que la joven, rica y futura profesional, pudiera convertirse alguna vez en su mujer.
Así fue que el día en que asistió citado a la
oficina del Jefe, Tito barruntó que el asunto a tratar sería su relación con
Melisa. Contrariamente a lo que había supuesto, no fue despedido. El patrón quien
lo atendió en persona reconocía sus cualidades de buen empleado y por eso, le dijo, le ofrecía un cargo de
jerarquía en la sucursal de la
empresa en la ciudad de Córdoba. La propuesta era simple, implicaba un ascenso importante y seguramente
un futuro promisorio por supuesto, olvidarse por completo y para siempre de la
familia del patrón. En caso de no aceptar, las consecuencias para Tito serían graves:
desde el despido, con referencias tan negativas que le sería imposible
encontrar otro trabajo, no solamente en el barrio sino en todo el partido y
hasta en la provincia de Buenos
Aires. Además que nadie daría un peso
por su vida. Entendió el joven que ese
viejo rico, era ni más ni menos que un mafioso con cara de bonachón. Y sin
mucho para pensarlo aceptó su traslado a Córdoba.
Pasado el duro momento, cayó
en la cuenta que alguna vez él, a su primera novia le había prometido ir tras
ella. ¿Le daría ahora el destino la posibilidad de reencontrarse con
Emilse?
A esa altura Tito era un convencido que su vida era como la
pelota de fútbol que recibiendo puntapiés va de un lado a otro según el rumbo
que quisiera darle el jugador.
Viajó a Córdoba con nuevas expectativas,
quizás encontraría a Emilse, quizás podría llevar a sus padres con él si lograba formarse una
posición. Pondría el alma en su nuevo
destino.
Como jefe de la sección mantenimiento tendría operarios a su cargo y
hasta una secretaria que lo asesoraría en los vericuetos administrativos. Su
tarea sería cómoda y bien paga. Pensó que al final y aunque no se hubiera
jugado por poner el alma en la naciente relación con Melisa, las circunstancias
lo habían ayudado y el padre mafioso no había sido tan malo después de todo.
Ya en Córdoba se asombró con las bellas iglesias y los edificios históricos de la ciudad "docta" e su país. cuando se hizo presente en la fábrica el
gerente lo recibió con medida
amabilidad. Después de la conversación protocolar y las recomendaciones
generales le pidió que no dejara de consultarlo ante cualquier duda que tuviera
en su nuevo rol en la empresa y acto seguido
le anunció que lo acompañaría a
su oficina donde ya se encontraba la que sería su secretaria.
Al entrar, detrás del gerente, Tito sintió
que un frío paralizante le recorría el cuerpo. Reconoció de inmediato a Emilse
en la joven que se ponía de pie para recibirlo. Aquella adolescente que fuera
su novia en La Paternal, diez años atrás, estaba convertida en mujer. ¡Vaya si
era una mujer!
No escuchó nada más hasta que el gerente
buscó su mano para augurarle éxito antes de retirarse. El fuerte apretón lo trajo
a la realidad. Balbuceó - ¿Cómo estás? Y ella – Bien. ¿Y vos?
Siguió un silencio que sería muy difícil de
remontar.
Para
qué preguntar nada si con solo mirar a la joven que acababa de ponerse de pie,
Tito supo que no debía abrigar esperanzas de recuperarla. El cintillo en la
mano izquierda y su abultado vientre bajo el vestido futura mamá, eran por demás elocuentes.
Otra vez, como en el fútbol la vida lo había
pateado. El muchacho de barrio debería buscar otra meta por la cual luchar
poniendo el alma.
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