jueves, 25 de agosto de 2011

Pasión campesina (Título provisorio del relato iniciado el 16/6 ppdo.)

                                    "Retrato de mi Madre" del pintor argentino Raúl Soldi (1905-1994)



Es un mediodía de primavera y el canto de los zorzalitos alegra lo que se anuncia como una tarde soleada. Ya cerca de la casa el peso de las bolsas se hace muy agobiante; en la huerta está Zoilo; siempre dispuesto a hablar y mucho más si se trata  de Jacinta y Clarita.
- Por fin de vuelta…Les grita cuando las ve.

Las muchachas, sin detenerse y burlonamente le preguntan de dónde y desde cuándo cumple funciones de contralor. Pero el peoncito, lejos de amilanarse y deseoso de transmitir la novedad, les anuncia que mientras ellas fueron al almacén un gavilán anduvo por allí con intención de visitarlas. La referencia era a Juan que había llegado de la estancia donde trabaja.

Ellas comentan entre sí la noticia y asumen que no facilitará las intenciones de invitar a Amyr; ya saben del afecto que anima al pretendiente de Clarita y conociéndolo saben de su obstinación y firmeza de propósitos…¡Si lo conocerán! Desde la escuela lo conocen y bien recuerdan que ningún maestro podía doblegarlo cuando un propósito se le metía en la cabeza. Así que en algún modo crecen sus expectativas al llegar a las casas.
Doña Rosario las está esperando  y mientras, para no aburrirse, prepara quesos con la leche obtenida del ordeñe de esa mañana. Jacinta hubiese querido que su madrina la esperase para ayudarla en la tarea; pero sabe que no le gusta estar ociosa porque así la acostumbraron desde pequeña, a emplear bien su tiempo. También necesita estar ocupada para no pensar.
Cuál será su temor a pensar...¿En qué no quiere pensar? …Tal vez serán pensamientos tristes de cuestiones ya pasadas aunque no terminadas. Acaso temores por las incertidumbres de lo que vendrá. Posiblemente Rosario temerá pensar en su hijo, de quien hace ya muchos años, desde que se tuvo que irse de la casa, no ha tenido noticias. Su corazón de madre no admite que esté muerto como se rumoreó. Ha dicho ella alguna vez  que nunca tuvo certezas de su muerte de Lisandro. O tal vez más la preocupan qué será de sus dos ahijadas cuando ella ya no esté.


Sin quererlo y aunque puesta a su tarea, los pensamientos pujan y se cuelan en su conciencia; por eso se alegra tanto cuando escucha que las muchachas se acercan a la casa y apenas ponen un pie en la cocina les dice:
-Estaba por salir a encontrarlas pero, como estoy ocupada…
                                                                      (Continuará )
                                                      

jueves, 18 de agosto de 2011

Pasión campesina (Título provisorio del relato )


Dos mujeres y paisaje de Víctor M.garcía (Cubano 1897/1969)

Una vez cumplidos en “El Baratillo” los encargos de Doña Rosario, las dos jóvenes inician el regreso charlando y riendo animadamente. Dicen que el turquito es simpático, elogian su vestimenta y lo califican de elegante, con su barba bien afeitada y oliendo a agua de colonia. No dejan de destacar que es conversador lo cual es muy apreciado en el medio rural.  Es a Clarita a quien se le ocurre que deberían pedirle permiso a la madrina para invitarlo a tomar mates. Jacinta se manifiesta dudosa de cómo recibiría la propuesta Doña Rosario.

Planteada la controversia, se pueden resumir las posturas, una a favor y la otra no tanto respecto de invitar a Amir. A favor se dice que es conversador, que no tiene conocidos de su edad en el pago y por tanto debe aburrirse cuando no trabaja, que sería interesante conocer de boca del forastero cómo se estila vivir en la gran ciudad de la cual proviene, la que para ellas es lejana y totalmente ajena. A su vez podrán ponerlo al tanto de la vida en el lugar, vale decir un intercambio de datos e informaciones que es, en definitiva, lo que mueve a los seres humanos a entablar amistades y, muchas veces, relaciones más profundas.

Quien argumenta en contra es Jacinta, manifiesta dudas de que Doña Rosario acepte ya que, por su experiencia desde que vive en “la Veguita”, y de eso hacen muchos años, pocos extraños tienen permitido el acceso a ese hogar. Entonces está la posibilidad de que, como suele decirse, las saque “pisando en partes” lo que en otros ámbitos se conoce como “sacar con cajas destempladas”. Otra que si se entera el Juan se puede enojar feo, y lo más probable es que eso ocurra. También podría ocurrir que el joven Amir interprete la invitación como una sugerencia más comprometida , como es sabido, los de la ciudad suelen ser más atrevidos que los del lugar.

En opinión de Clarita no hay nada de malo en conversar y tomar unos mates; en cuanto a lo que su amiga dice que pudiera molestarse el Juan, ella no le ha dado palabra y por tanto no se siente comprometida con él.

Finalmente ambas coinciden en que ya se ha hecho largo el mandado y deben apurar el tranco para llegar de una vez a las casas. Así que el tema  de la invitación a matear queda sin resolverse. (Continuará)

jueves, 11 de agosto de 2011

Pasión campesina (Título provisorio del relato )



El hombre se dispone a atender a sus clientas, conoce desde hace años a las familias de las dos y, si bien ha tenido fama de picaflor, también se comenta que, desde que se juntó con la Florinda, una joven de la comunidad aborigen a quien conoció en sus andanzas de mercachifle, no ha intentado seducir a sus clientas. Aunque así no fuera, bien sabe el turco que con las protegidas de doña Rosario es mejor no meterse. La mujer tiene bien ganada fama de guapa y maneja el cuchillo tan hábilmente como cualquier criollo del lugar. A propósito, se comenta que, en defensa de su hijo, una vez correteó a punta de facón a un par de milicos que llegaron a “La Veguita” con una orden de arresto. Pero... mejor volver al realato de lo que sucede ahora en “El Baratillo”. En la conversa(1) las jovencitas dicen que vienen en busca de unos vicios que necesitan para doña Rosario quien le manda decir que los apunte en la libreta hasta tanto reciban dinero a cuenta de la lana cuando esquilen las ovejitas. Luego, con picardía y algunas risitas le preguntan si él las va a atender; entonces el astuto don Salim se da cuenta de inmediato del por qué de la pregunta y llama en voz alta:

-¡Amir…Venga bara acá…Atiende a estos bimboyos de rosa…



El joven concurre solícito y se muestra muy cordial. Otro tanto hacen Clarita y Jacinta. Mientras Amir va colocando sobre el mostrador los artículos escritos en la notita, conversan. Es así que sin ahondar en ningún tema, ejercitan con amenidad el antiguo arte de la conversación como interrelación básica entre las personas. Ya concluido su trabajo que, con la distracción adicional de la charla, llevó más tiempo que el habitual, el joven apunta en la libreta que entrega a las clientas y copia el mismo asiento en el cuaderno “Laprida” de doscientas hojas y sólida encuadernación en el cual, su tío ya lo instruyó, debe dejar constancia de fecha, cantidad y mercadería, pero sin consignar el precio; detalle que completará el mismo don Salim en el momento del pago concreto o sea al momento del arreglo de las cuentas.

Clarita llevará un bolso, Jacinta el otro; el joven dependiente les manifiesta que con gusto les ayudaría si no estuvieran en día hábil o si fuera domingo. A lo cual ellas responden que los domingos no acostumbran venir a comprar porque el almacén, en esos días, está lleno de hombres bebiendo y jugando al truco. Al despedirse y con las disculpas de Amir por no poder ayudarlas, lo que con mucho agrado haría, les expresa el deseo de verlas pronto otra vez por “El baratillo”, entreverando así el interés comercial con el interés personal por llegar a contar con la amistad y acaso algo más de las agraciadas jovencitas.
                                                                    ( Continuará)



(1) Vocablo de uso familiar por conversación que suele utilizarse en la región rural cordillerana.

jueves, 4 de agosto de 2011

Pasión campesina (Título provisorio del relato )

amanecer en el campo

Amir, el sobrino del “turco”, quien es, según lo ha dicho Eliseo, el causante de su desocupación, acaba de terminar de ordenar latas de distintas conservas, en los estantes de madera de raulí, rojiza y lustrosa que llegan hasta el techo. Buenos carpinteros que conforman un oficio muy preciado en la zona, han confeccionado estantes, mostrador, mesas y sillas de “El baratillo”. Tal vez haya sido Fuser, o Bensen, gringos de notable trayectoria en la zona de San Martín de los Andes, los que construyeron ese mobiliario.

Nombres que acaso la historia esté dejando en el olvido, injustamente porque ya hace años que pasaron a mejor vida. Pero la historia real es harina de otro costal, valga la rima; porque lo que ahora nos ocupa para no perder el hilo del relato es lo que sucede en el almacén de ramos generales de la Vega Maipú.

El dueño del comercio, ha dado indicaciones a su sobrino, para que realice su siguiente tarea, la que consistirá en humedecer el piso de tablas del local, para no levantar el polvillo depositado, y barrerlo cuidadosamente. Justamente, en ese momento, cuando Emir ha salido en búsqueda de regadera y escoba, mientras Eliseo ha quedado “más chato que cinco de queso” por la noticia de haber quedado fuera de las changas, entran al boliche Jacinta y Clarita saludando al unísono con un cordial: - Buen día Don Salim.

El almacenero, en parte por galantería pero más por política comercial anticipa un “Qué grata bresencia” a su también amable -Buenos días, señoritas.

Por su parte, el gauchito, quien parece despertar de sus cavilaciones de desocupado, se suma al saludo con -Güenos días…¡Salió el sol!

Mas su poético saludo motiva que el comerciante, ya fastidiado con el muchacho lo increpe entre autoritario y paternal diciéndole:- ¡Calla vos mochacho! Vaya nomás si no ha venido bara combrar.

Eliseo, permanece impasible unos minutos y luego responde que ya se iba y, con una sonrisa dirigida a las recién llegadas, se quita la gorra y les hace una leve reverencia antes de retirarse con el típico paso arrastrado y silbando bajito. (continuará)