El hombre se dispone a atender a sus clientas, conoce desde hace años a las familias de las dos y, si bien ha tenido fama de picaflor, también se comenta que, desde que se juntó con la Florinda, una joven de la comunidad aborigen a quien conoció en sus andanzas de mercachifle, no ha intentado seducir a sus clientas. Aunque así no fuera, bien sabe el turco que con las protegidas de doña Rosario es mejor no meterse. La mujer tiene bien ganada fama de guapa y maneja el cuchillo tan hábilmente como cualquier criollo del lugar. A propósito, se comenta que, en defensa de su hijo, una vez correteó a punta de facón a un par de milicos que llegaron a “La Veguita” con una orden de arresto. Pero... mejor volver al realato de lo que sucede ahora en “El Baratillo”. En la conversa(1) las jovencitas dicen que vienen en busca de unos vicios que necesitan para doña Rosario quien le manda decir que los apunte en la libreta hasta tanto reciban dinero a cuenta de la lana cuando esquilen las ovejitas. Luego, con picardía y algunas risitas le preguntan si él las va a atender; entonces el astuto don Salim se da cuenta de inmediato del por qué de la pregunta y llama en voz alta:
-¡Amir…Venga bara acá…Atiende a estos bimboyos de rosa…
El joven concurre solícito y se muestra muy cordial. Otro tanto hacen Clarita y Jacinta. Mientras Amir va colocando sobre el mostrador los artículos escritos en la notita, conversan. Es así que sin ahondar en ningún tema, ejercitan con amenidad el antiguo arte de la conversación como interrelación básica entre las personas. Ya concluido su trabajo que, con la distracción adicional de la charla, llevó más tiempo que el habitual, el joven apunta en la libreta que entrega a las clientas y copia el mismo asiento en el cuaderno “Laprida” de doscientas hojas y sólida encuadernación en el cual, su tío ya lo instruyó, debe dejar constancia de fecha, cantidad y mercadería, pero sin consignar el precio; detalle que completará el mismo don Salim en el momento del pago concreto o sea al momento del arreglo de las cuentas.
Clarita llevará un bolso, Jacinta el otro; el joven dependiente les manifiesta que con gusto les ayudaría si no estuvieran en día hábil o si fuera domingo. A lo cual ellas responden que los domingos no acostumbran venir a comprar porque el almacén, en esos días, está lleno de hombres bebiendo y jugando al truco. Al despedirse y con las disculpas de Amir por no poder ayudarlas, lo que con mucho agrado haría, les expresa el deseo de verlas pronto otra vez por “El baratillo”, entreverando así el interés comercial con el interés personal por llegar a contar con la amistad y acaso algo más de las agraciadas jovencitas.
( Continuará)
(1) Vocablo de uso familiar, por conversación que suele utilizarse en la región rural cordillerana.
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