jueves, 4 de agosto de 2011

Pasión campesina (Título provisorio del relato )

amanecer en el campo

Amir, el sobrino del “turco”, quien es, según lo ha dicho Eliseo, el causante de su desocupación, acaba de terminar de ordenar latas de distintas conservas, en los estantes de madera de raulí, rojiza y lustrosa que llegan hasta el techo. Buenos carpinteros que conforman un oficio muy preciado en la zona, han confeccionado estantes, mostrador, mesas y sillas de “El baratillo”. Tal vez haya sido Fuser, o Bensen, gringos de notable trayectoria en la zona de San Martín de los Andes, los que construyeron ese mobiliario.

Nombres que acaso la historia esté dejando en el olvido, injustamente porque ya hace años que pasaron a mejor vida. Pero la historia real es harina de otro costal, valga la rima; porque lo que ahora nos ocupa para no perder el hilo del relato es lo que sucede en el almacén de ramos generales de la Vega Maipú.

El dueño del comercio, ha dado indicaciones a su sobrino, para que realice su siguiente tarea, la que consistirá en humedecer el piso de tablas del local, para no levantar el polvillo depositado, y barrerlo cuidadosamente. Justamente, en ese momento, cuando Emir ha salido en búsqueda de regadera y escoba, mientras Eliseo ha quedado “más chato que cinco de queso” por la noticia de haber quedado fuera de las changas, entran al boliche Jacinta y Clarita saludando al unísono con un cordial: - Buen día Don Salim.

El almacenero, en parte por galantería pero más por política comercial anticipa un “Qué grata bresencia” a su también amable -Buenos días, señoritas.

Por su parte, el gauchito, quien parece despertar de sus cavilaciones de desocupado, se suma al saludo con -Güenos días…¡Salió el sol!

Mas su poético saludo motiva que el comerciante, ya fastidiado con el muchacho lo increpe entre autoritario y paternal diciéndole:- ¡Calla vos mochacho! Vaya nomás si no ha venido bara combrar.

Eliseo, permanece impasible unos minutos y luego responde que ya se iba y, con una sonrisa dirigida a las recién llegadas, se quita la gorra y les hace una leve reverencia antes de retirarse con el típico paso arrastrado y silbando bajito. (continuará)
                                           

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