jueves, 9 de febrero de 2012

Pasión Campesina




Se reprochaba el gaucho por haber sido tan lento en su proceder.

Se acusaba de iluso por haber creído que nunca ningún otro pretendiente se le cruzaría en el camino. ¡Caray! Habiendo tenido todo el campo para él solo, se dejó estar como buen chambón que era. Si le hubiera llevado un regalo y la hubiera invitado a ir al pueblo. O si se hubiera acercado a la joven cuando con su tía y la Jacinta iban los domingos a la misa. ¡Claro pué! Así tal como hizo el turquito. Pero ni se le ocurrió; él ni se acercaba a la iglesia, ¡esas cosas eran pá las mujeres. Ahora comprendía que en cuestiones del corazón uno debía echar mano de otros recursos , usar la cabeza. ¡Eso a él siempre le había costado. Ya desde la escuela no le gustaba estrujar mucho el cerebro…

Y así, al paso lento de su caballo, ya entrada la noche, el pobre Juan se reprochaba y se

sentía cada vez peor. El caballo le pedía rienda, por momentos se apuraba por propio empeño queriendo llegar a destino y descansar, había sido un día muy trajinado yendo y viniendo.

Unos teros levantaron vuelo ante el paso del jinete y este levantó la apesadumbrada cabeza hacia el cielo, vio la luna grande que se asomaba detrás de la loma atravesada y se detuvo mirando su rojiza forma como una cara curiosa de sus desvelos.Cambió el rumbo de sus pensamientos, vio el problema desde otro enfoque: ese turquito, porteño y forastero: era un hombre para Clarita, se preguntó. No, sin duda que no lo era. ¿Con qué la iba a mantener si se juntaban? Nunca el turco viejo, tacaño le iba dejar el negocio…¿Y entonces? Si no sabía hacer trabajos de campo…¿De qué iban a vivir? O acaso pensaría volverse a la ciudá y llevársela ¡Dios Libre! Qué sería de la pobre, acaso tan lejos, pronto el inútil la abandonaría con un guachito, como les pasaba a tantas muchachas que se habían ido a pueblos más grandes. No debía permitirlo. ¡Cómo doña Rosario podía estar tan creída y confiada! Hablaría con ella mañana mismo. Le haría notar que ese turquito no era nada bueno para el porvenir de Clarita.

Y con ese pensamiento se sintió mejor; hasta le pareció que la luna le hacía un guiño, desde lo alto, ahora con luz más clara e intensa. Así llegó a su casa, salieron a recibirlo los perros moviendo sus colas en señal de saludo.

Juan le quitó el recado al animal, le pasó suavemente el mango del rebenque por el lomo a manera de masajes y lo soltó a que descansara , se alimentara en el potrero y bebiera el agua fresca del arroyo que viniendo de las cumbres del Chapelco pasaba con su tesoro claro y cantarino rumbo al Lácar.

Más tranquilo y seguro del próximo paso que daría al día siguiente, el joven se fue también a descansar.
.................................................................................................Continuará
Los personajes y hechos de este relato son ficticios.

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