jueves, 16 de febrero de 2012

PASIÓN CAMPESINA

                                                        Obra del pintor  Rodolfo Ramos

A la mañana siguiente, en El Baratillo, Amir, quien decidió permanecer unos minutos más en la cama, se había vuelto a dormir profundamente. Unos golpecitos en la puerta de la habitación lo sobresaltaron, era su tío: -¡Amir, levántase!

Rapidamente el joven se vistió, fue al baño, se lavó la cara con agua que a propósito se dejaba en un recipiente para los diversos usos. En pocos minutos estuvo en el negocio para compartir unos mates con su tío. Conversaron, Contó que había estado de visita en lo de doña Rosario. Pero fue breve la charla, su tío, como siempre, estaba pensando en las diversas tareas por hacer y repartírseas con el muchacho.


En tanto, en otro rincón de La Vega, Juan fue despertado cuando los rayos del sol, entrando a través de la ventana, le dieron sobre el rostro. Quedó unos minutos pensando, y fue recordando las instancias del día anterior hasta que sintió la preocupación por lo que se había propuesto, y cómo encararía a la abuela de Clarita; tenía que pensar bien qué y cómo lo diría. No podía equivocarse en sus argumentos, por ser demasiado fuerte y molestar a la veterana o demasiado débil como para fracasar en su propósito de alejar a Juan de las posibilidades del noviazgo oficial de la joven.

No enía prisa, pensó que en algún momento, de la mañana o mejor del mediodía, llegaría a la casa de su pretendida. Primero hablaría con la mujer mayor y después pediría que se hiciera presente la joven…O perdiría de hablar a solas primero con una y luego con la otra.

Le quedaba una semana de descanso antes de volverse a la estancia a retomar su trabajo como mensual. Y pretendía dejar las cosas solucionadas aquí, su noviazgo oficializado antes de irse. No era cuestión de dejar las cosas tal cual estaban, no. Eso sería concederle mucha ventaja a su oponente.

Se manejó con la parsimonia propia del hombre de campo, después de levantarse y tomar sus buenos mates con su padre que arreglaba unos aperos y con su madre que estaba zurciendo medias, se rasuró la barba, fue al potrero cercano a la casa donde pastaba su caballo, lo trajo , lo ensilló y se vistió con las pilchas de salida. La maniobra estaba en marcha. Era un día decisivo en su vida. Pero no quiso centrarse en ese pensamiento y prefirió silbar bajito una copla lugareña mientras se dirigía a cumplir con su propósito.

Mientras iba al tranco de su caballo, desde el camino divisó a media distancia El Baratillo y prefirió desviar la mirada y acentuar el silbo, taloneó el caballo y con un suave azote de la sotera del rebenque apuro su monta y lo lanzó al galope largo hacia su destino. (Continuará)
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Los hechos y personajes de este relato son ficticios.-

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