Organizando la boda
Partiendo de Constitución el tren fue recorriendo
los verdes campos de la provincia de Buenos Aires donde cada tanto rompían la
monotonía de la pampa los molinos de viento para extraer agua que el ganado
vacuno bebería de los tanques australianos. Viendo los bovinos que pastaban inmutables
al ruidoso paso del convoy, Bernardo pensó en sus propios rebaños muy lejos
allá en el sur. Con la caída de la tarde y contemplando el arrebol del cielo lo
invadió la nostalgia ante la inmensidad del paisaje que pronto sería borrado
por las sombras de la noche. Cuando el sol terminó de ocultarse se dirigió al
salón comedor para cenar antes de retirarse a su camarote.
A la mañana siguiente, mientras desayunaba y
traspusieron el Río Colorado, ingresando a la Patagonia, se consideró en la
gran región de la cual se sentía oriundo
si bien distaba de estar cerca del propio terruño. Al trasponer el Río Neuquén,
otro hito en el largo viaje, volvió a recordar a Aurora. En dos meses harían
juntos este mismo viaje. Imaginó cuánto más ameno sería entonces. Faltaban unas
cinco horas para llegar a Zapala. Tomó un libro y se dispuso a acortar el viaje
con su lectura.
Llegado el tren a Zapala y como siempre lo hiciera,
se fue a descansar al hotel para salir al día siguiente temprano hacia la
Marta se alegró tanto cuando Bernardo le hizo saber
que iba a casarse. La buena mujer recordando a la madre no pudo evitar que sus
ojos se llenaran de lágrimas en las que confluían muchas cosas. La tristeza por
la ausencia de sus primeros patrones, así como por los años transcurridos en Piedra Amarilla, con los
que se había ido también gran parte su
propia vida. Pero también sus lágrimas por ese niñó que ayudó a criar, al cual
vio crecer y al que sentía como su propio hijo. Y porque este hombre ya, medio
hijo suyo, al fin había decidido tener una compañera, como debía ser, como lo
indicaban las buenas costumbres sociales.
Marta no pudo evitar pensar que ella misma ya no lo
podría acompañar mucho tiempo más. Contaba ya sesenta y tantos años y no sabía
hasta cuándo su salud le permitiría ocuparse de sus obligaciones de casera y
hacer que todo estuviera en orden en la casa familiar.
-Al fin podrás jubilarme- Dijo- Ya no voy a hacerte
falta.
-Nunca diga eso Marta -Le dijo Bernardo abrazándola
y secando sus lágrimas- Used siempre
hará falta aquí y ya sabe que “Piedra Amarilla” es también su casa.
Bernardo se propuso iniciar de inmediato lo atinente
a la boda y a la nueva vida que iniciaría en compañía de Aurora. Decidió mejorar el confort de la casa y
comenzaría por unir dos dormitorios contiguos, el suyo y el que fuera de sus
padres, para eso trajo a dos albañiles del pueblo. Las reformas incluirían una estufa
a leña,toilette y vestidor. Según había comprobado su prometida poseía
numerosos vestidos y distintas prendas. Le gustaba vestir bien y a la moda, por
eso necesitaba un vestidor con amplios guardarropas. Quería que su esposa
estuviera cómoda y que a pesar de vivir en el campo, no extrañara las
comodidades de los departamentos de la ciudad.
En la primer visita al pueblo, habló con el juez de
paz para que en el día elegido los casara en la misma estancia. Le encargó a
Fidel todo lo atinente a las compras para el banquete de la fiesta, que por supuesto
se basaría en asado a la criolla y las tradicionales empanadas. También el
capataz contrataría a un par de mujeres para ayudar en la cocina y otra para
confeccionar una linda torta de bodas.
La organización de su casamiento sumada a los
trabajos propios de administrar la estancia , lo mantuvieron ocupado y
entretenido, ayudándolo a transcurrir los dos meses que faltaban para la boda y
que vislumbraba pasarían muy lentamente. ( Continuará)
----------------Los hechos y personajes de este relato, son ficticios y por lo tanto no corresponden a la realidad. Cualquier coincidencia con personas o hechos reales es mera casualidad.----------