Un paso importante II (continuación de la entrada anterior de fecha 01/4/17)
Al día siguiente se encontraron para buscar un
departamento; Bernardo había consultado con su amigo, el empresario porteño
Eulogio García, quien le recomendó una inmobiliaria. Después de
asesorarse y tomar conocimiento de varias posibilidades, optaron por un
departamento, de dos dormitorios, ella hubiera preferido algo más reducido,
pero él tenía planes a futuro y por eso el contrato fue firmado con derecho a
compra como para utilizarlo cuando volvieran de paseo o por negocios a Buenos
Aires. Aurora insistió en hacerse cargo del alquiler, al menos hasta que ya
fueran matrimonio.
En un aparte, él le murmuró al oído:- Mi amor cuento
con que me invitarás a pasar una noche para estrenarlo juntos. Ella procuró sonreír
enigmáticamente en un gesto que él interpretó como afirmativo.
Pasaría no menos de una semana para que el
departamento quedara habitable, Bernardo postergó su regreso al sur y procuró
la ayuda de su amigo para el acondicionamiento y demás trámites porque quería que
antes de su partida, su prometida quedara adecuadamente instalada como para no
tener que estar ocupándose de esos trámites.
Aurora se sintió halagada como hacía tiempo no lo
había sido. Si bien al lado de Esteban se había sentido segura, por estar junto
a un hombre y también en lo económico, ahora se daba cuenta que había sido por rutina
devenida de la sociedad de la que formaba parte en El azar. El negocio había
sido el motivo por el que habían continuado juntos.
Cuando Aurora quedó instalada en el nuevo
departamento, la noche anterior a su viaje a la Patagonia, Bernardo ordenó comida en una rotisería e
invitaron al amigo a cenar.
Eulogio brindó con ellos y argumentó un compromiso para retirarse temprano y
dejarlos solos. Por fin Aurora invitó a Bernardo a pasar la noche aunque le costaba mucho porque se le hacía difícil desatar los tabúes que la
ligaban a su anterior relación antes
de iniciar una nueva.
En cambio para Bernardo, aquella primera vez con
Aurora tenía otras connotaciones que de algún modo también lo cohibían. Desde
alguna relación muy juvenil con una muchacha del pueblo próximo a la estancia,
cuya emoción reapareció en los momentos de intimar con su futura esposa, él
siempre había buscado solo satisfacer sus apetencias varoniles no pensando en una relación para siempre. Ahora era otra
cosa, Claramente y sin dudas quería hacer de Aurora su compañera de vida en
adelante y para siempre, así se lo manifestó y ella aceptó feliz sus palabras y le prometió acompañarlo siempre, sabiendo que acaso esa fuera
para ella la última oportunidad de ser feliz.
Después de la cena una copa, un café y poco a poco
el calor de la intimidad contribuyeron a dejar atrás lazos e inhibiciones y
pudieron entregarse al amor, volcando en el acto sexual todas sus ansias contenidas
hasta ese momento. Y aunque el destino podría en el futuro traerles sorpresas
no deseadas, en aquel momento vislumbraron un horizonte donde la felicidad sería eterna. (Continuará)
(Los hechos, lugares y personajes de "La princesa del Azar" son ficticios y por lo tanto con corresponden a la realidad.)
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