La Metáfora (1)
¿Alguien Sabe qué hora es? Era la
pregunta que hacía Juan Pardo y a
veces alguien le respondía. Entonces él aprovechaba para entablar una
conversación, porque ese era el propósito de su pregunta: hablar con alguien.
Tan solo se sentía el viejo Juan Pardo.
Si el consultado estaba lejos, él se
acercaba pretextando no haber oído: - Disculpe. ¡Qué hora dijo? Y cuando el
otro le repetía él, que ya estaba al lado, se ponía a explicar lo que nadie le
había preguntado. Solía comenzar con una frase tipo: ¡Ah, Qué bien! Llegaré a
tiempo porque voy a… Y ahí nomás inventaba una historia. A veces contaba que
iba a la clínica para conocer a su nietita, que su hija había dado a luz esa
misma mañana. En otras ocasiones decía que iba a retirar los resultados de sus análisis
de rutina. Y para darle dramatismo agregaba -Nunca se sabe en qué momento
aparece la señal de una enfermedad grave; después de todo uno ya tiene muchos
años encima y va siendo hora…-Remataba con una risita estudiada.
La mayoría de las veces, los
ocasionales transeúntes no le prestaban mayor atención y continuaban con sus
meditaciones o su apresurado paso. Pero, de vez en cuando, Juan Pardo lograba que alguna persona le siguiera la
conversación. Las salas de espera, ya fuese en las estaciones de ómnibus o en
hospitales era donde tenía mayores posibilidades de encontrar un oído solidario.
No le gustaba contar hechos de su
propia vida y prefería inventar a su gusto y paladar las historias y ver cómo
eran recibidos los pasajes de su relato por los ocasionales interlocutores.
Algunos, cuando la historia se tornaba dramática, argumentaban urgencia de
retirarse por temor a que la perorata desembocara en un pedido de ayuda
económica. Sin saber que no era la finalidad de Juan.
Ocurrió alguna vez que, traicionado
por su subconsciente se sorprendió relatando algún pasaje de su vida y al
percatarse de ello se ruborizó pensando que estaba desnudando su alma ante
alguien desconocido. En una de las raras oportunidades, en que sin
proponérselo, hablaba de su realidad,
había avanzado mucho para volverse atrás y se sorprendió contando la
profunda depresión que lo había afectado cuando tuvo que separarse de
Magdalena, la que había sido su mujer.
-Lo siento muchísimo. - dijo la que lo
escuchaba, pero, se me termina el tiempo, está entrando a la estación el tren
que me lleva de regreso a casa, vivo en Wilde y es el último tren esta noche. Disculpe…¿Pero, por qué me cuenta esto siendo
que somos desconocidos?
-Porque No soporto las horas que caen
silenciosas como gotas de agua por un
vidrio. -La mujer asombrada de la frase inquirió el por qué una vez más. Y
Juan, entonces, terminando de poner su alma al desnudo le respondió:
-
Porque son como la metáfora de una vida, la mía, que silenciosamente se
desliza hacia el abismo de la muerte.
La mujer, le dio un beso en la mejilla.
Luego, apresurada, corrió hacia el andén.
(1) Este cuento de mi autoría lo escribí como trabajo del taller literario 2017 que dirige la escritora y periodista Graciela Vázquez Moure, fue leído en dicho taller el día:02/8/2017. Prohibido el uso y reproducción del texto sin mi permiso.-Carlos O. Buganem.
Julio 2017
No hay comentarios:
Publicar un comentario