I
Dentro de un momento, con la primera estrella, caerá
la noche sobre la escena del mundo. Y en un barrio cualquiera de los suburbios
de una ciudad, de un país equis, entrarán en acción diversos personajes: la prostituta, el noctámbulo, la
travesti, varios chorros, más indigentes, los policías de la patrulla, el
sereno del estacionamiento, el novio
formal, la novia del novio formal, los tahúres, los vendedores de drogas, y el Barman de
“Ilusiones Nocturnas”, un restó bar de
dudosa fama que permanece abierto merced a las sumas del más sucio dinero con
que el propietario lo adorna
al jefe de policía.
Sisí, la trotacalles, tiene su zona de trabajo y Lulú,
la travesti que oficia de lo mismo,
también la suya. Ambas respetan la zona de la otra y se cuidan de no invadirla
a riesgo de salir muy maltrechas o algo peor.
Juan el indigente se cruzará con las dos y
extenderá la mano por una moneda que
casi siempre llega pero que esta vez no disponen porque es temprano
todavía. Justo es decir que las monedas,
habidas por las chicas, llegan a las manos del pordiosero con más frecuencia de lo se pueda imaginar. Ellas saben lo que es el hambre.
El agente de policía, viaja en bondi y uniformado
desde su casa en otro barrio, para estar a la hora en punto en su puesto de la
calle lóbrega por mal iluminada. En tanto
Juan Novio quien ha llegado del trabajo a casa de sus padres y
después de ducharse comerá un poco y apurado a instancias de su buena madre, antes de salir corriendo, porque pierde el colectivo que lo
llevará al barrio sur, dónde vive su prometida.
Esa noche irán a ver una cinta romántica en un cine del centro.
Juan Barman,
aprontará sus medios de trabajo en la barra, la máquina cafetera a que
necesita un tiempo de precalentamiento antes de estar a punto para expulsar el vapor que calentará las tazas y
el agua caliente que pasa por los filtros para preparar la infusión más pedida
cada noche; los pocillos para el café, los vasos y las copas para las distintas
bebidas desde el vino a los licores. Mira su reloj y piensa que pronto llegará
Juan Mozo, su nexo con los clientes que se ubiquen en el salón.
Al mismo tiempo en un conventillo del suburbio más
alejado e insalubre Juan Hurto recién se
levanta y se toma unos amargos antes de ganar la calle porque con la primera estrella y la consiguiente
penumbra ambiental se iniciará la parte más propicia para su medio de vida :
el choreo.
En tanto en un departamento de mediana calidad, se da una ducha Juan fullero, el que más
tarde iniciará su gira en búsqueda de mesas con tapete verde donde tentar a la fortuna en la timba ya sea a los
dados o las cartas del póker según el target
de sus ocasionales contendientes. No tanto por el azar como por la habilidad
tramposa de sus dedos. Pasará primero por el restó bar para enterarse por el
mozo si habrá ambiente esa noche.
Juan Nocturno también ha salido del trabajo. Cuando
todas las estrellas se distingan en el cielo , entonces por hábito y costumbre se aprontará para
salir esa noche como casi todas , a veces con los amigos y a veces solo, a
caminar sin rumbo fijo en procura de lo que la calle, siempre pródiga en
ofertas, le ponga al alcance de sus ansias de diversión.
A la vez, o acaso antes, que la demanda no tiene
horarios, Juan Raviol saldrá temprano con la inocente mochila que lo asemeja a
un laburante de regreso a casa, o mejor aun a un estudiante adulto en camino a
clases nocturnas. Aunque no sean, precisamente, libros lo que carga.
II
Ya ha aparecido una luna rojiza en el horizonte,
que todavía no se divisa desde las calles, cuando Sisí se cruza con Juan
Novio que ha bajado de un bondi, ella ve en él un posible cliente e intenta un
sugestivo: - Hola guapo- que el
hombre ignora y la mujer , sin inmutarse, sigue su lenta y sensual caminata.
En el Restó
Bar Juan Barman cambia unas palabras con
Juan Mozo que acaba de llegar y se dará una vuelta por la cocina para enterarse
si hay algo nuevo que se agregue al menú habitual.
En ese momento Juan, el agente, con el bastón en la mano
derecha asida esta a nivel de la muñeca
por la izquierda, detrás de la cintura, camina atento a mantener el
orden, lo que a la vez le permitirá hacerse de algún rédito extra para engrosar
su escuálido sueldo. comenzará la ronda
caminando con paso pausado y firme frente al cartel deslucido de “Ilusiones
Nocturnas”.-
En su zona Lulú, ataviada con su atuendo exagerado en
colores y escaso en telas; ve pasar a
Juan Hurto que por costumbre le espeta un piropo grosero sin otra
intención que ofenderla. Pero a ella no le importa porque ambos saben que recíprocamente se
rechazan. Lulú es para Juan un trolo
travestido y lo ubica más abajo que él en la escala de patéticos; en tanto que
un sentimiento igual pero a la inversa siente ella por el chorro.
Media cuadra más adelante la travesti ve con envidia a
una pareja que pasa del brazo por la
calle. Son Juan Novio y su prometida felices en su mundo yendo a ver el estreno
romántico en un cine del centro. Ya pasaron y Lulú se vuelve aun para verlos
alejarse. En realidad no los envidia,
sólo se pregunta cómo será la
vida de dos enamorados.
III
La luna llena, ya reina en el cenit y la noche está poblada por todos sus personajes que se mueven
con sus sentidos expectantes en
procura de aprovechar la ocasión que satisfaga las ansias que los impulsan. Es
simple, sólo se trata de cruzarse con la oportunidad y no dejarla pasar. Alerta
pues que tal vez la noche se las ofrezca sólo una vez.
“Ilusiones Nocturnas” ya ha renovado varias veces los
ocupantes de sus mesas. Juan Mozo repasa por enésima vez con la rejilla grasienta la superficie de la
mesa nueve, y como ya ha dicho el consabido “Buenas Noches” a la pareja que
ahora la ocupa, pregunta: -¿Qué se van a servir? Bien pudieran ser Juan y su
novia pero no lo son; es otra pareja de
tantas que pasan , entran y piden sin
mirar al mozo porque están demasiado ensimismados en mirarse entre ellos y seguirán con mimos y arrumacos y pasarán el rato hablando de sus cosas y
haciendo planes o simplemente diciéndose cuánto se aman. A Juan mozo ya le duelen los pies y faltan
por lo menos tres horas para cerrar. Otro tanto le sucede a Juan Barman.
Es muy tarde y Sisí ya ha ingresado cuatro veces al
Hotel de luz mortecina al que habitualmente lleva a sus clientes, y ahora va
por el quinto…¿Quién será? ¿Cómo será? Poco le importa, debe parar la olla.
En casa, son ella su hijo sin padre y su viejita…Ah! Pero ahí acaba de
aparecer, bajo el farol de la esquina un noctámbulo, manos en los bolsillo y la
vista alerta, no es otro que Juan Nocturno que a falta de mejor suerte, no
quiere terminar la noche sin una emoción fuerte y entonces, cuando se cruzan él
pregunta: - Cuánto por un completo, bombón? –Doscientos responde ella y espera
su reacción que llega por una señal de
cabeza afirmando y ella con otra cabeceada le indica que la siga…al Hotel de la
luz mortecina.-
En la parte de atrás del Restó Bar, en una pieza que
solo tiene como muebles la mesa redonda con tapete verde , seis sillas e
intercalados tres banquitos para apoyar las copas y ceniceros, se juega fuerte al póker y es en ese
campo donde Juan Fullero con cuidadosa habilidad da las cartas y mientras con
la vista mira a los contrincantes para distraerlos , sus ágiles dedos, de uñas
cuidadas y preparadas al efecto, tratan de adivinar que cartas les da a los
otros y en el momento preciso dejarse para así la carta clave para llevar
ventaja. Es cuidadoso porque si lo descubren puede significarle como mínimo una
paliza y de máxima la muerte, dos cicatrices lleva en su cuerpo
que le recuerdan sendas veces en que lo pescaron haciendo trampa. En el
ambiente de la timba no se andan con vueltas. Pero eso es lo suyo, su medio de
vida y su destino.
Lulú charla
ahora acodada en la ventanilla de un coche con el motor en marcha. Están
tranzando, el hombre pretende tal cosa y ella le da el precio y luego le aclara
que si además se le ofreciera tal otra, tal otro será el costo. Al rato el automóvil arranca y parte
lentamente. -No tuviste suerte?- Le pregunta Juan Raviol, que observaba la
escena y ahora sale de las sombras con su mochila que no lleva libros sino
dosis prolijamente acondicionadas de cocaína. – Vuelve en un rato, dice la
travesti. Dame un raviol, ¿Cuánto? -
Doscientos. - le dice él y ella replica
-Dejate de
joder, tu merca está muy cara. -Vos te la ganás fácil dice el joven. -¿Ah, sí?
Te cambio de oficio por una noche, vos me das la mochilita y yo te paso mi pilcha y la peluca.
–Ni loco... - ¿Bueno comprás o no? - Sí dame…¡ ladrón!
Le paga Y con el paquetito se va a sentar en un
recoveco sombrío para darse un toque.
Ya es próxima la hora de cerrar, el agente se apersona
en el local que ya conocemos, el barman lo hace pasar a la oficina del patrón
que le va a pagar doble coima un sobre
para él y otro para el comisario. El
segundo es más abultado pero no hay riesgo que el agente meta mano porque las
tarifas están claramente acordadas
previamente. Y la jerarquía es la jerarquía, esa gente tiene códigos,
qué embromar.
(IV)
Ya casi es la mañana
cuando el agente de policía, que vuelve a su casa, ve un cuerpo tirado en la
costa del sucio río contaminado y se acerca a examinarlo con detalle para comprobar que está muerto, entonces saca su celular para llamar a su
base. Entre tanto los personajes
protagonistas de esta historia , entre
quienes se cuenta el ignoto homicida ,
se replegarán a sus respectivo refugios antes que el sol del nuevo día ilumine
a pleno ese barrio cualquiera en los suburbios de una ciudad, de un país equis. (Final)
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