"Qué fue de Mercedes Alvarado" (*)
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Cuando el antiguo reloj de carrillón dio las doce
campanadas en la noche de esa navidad, Mercedes Alvarado entendió que era otra
mujer. Al fin en paz con su conciencia apuró su copa de champan, de la
última botella de Dom Perignon. Todavía antes de retirarse vació en el
lavabo lo que quedaba en la botella y la arrojó al balde de residuos.
Era el final de un
proceso que había comenzado tres años antes cuando decidió dejar su exitosa
carrera de actriz. Siempre había tenido en el subconsciente la idea de no
dejarse ver por el público en la declinación de su vida. Su decisión coincidió
con el día en que su exmarido, famoso
director de cine, le había anunciado que se separaría de ella. Después supo que lo hizo para unirse a una
actriz joven, revelación del año. -¡Como si la juventud fuera contagiosa!-
Pero allá él. Mercedes ya había notado que juntamente con estar llegando
al medio siglo de vida, las primeras señales de vejez se insinuaban en su
cuidado cuerpo y en su famoso rostro.
Hubiera podido
buscar revancha enredándose con algún joven del ambiente. Era muy bella aun y
contaba con una cuantiosa fortuna que sería de gran atractivo para más de un
galancito. Pero como siempre fue su actitud en la vida, primó su dignidad a
pesar de saber que elegía el camino más difícil y cruento .
Dos años antes,
cumplidos todos sus contratos y asesorada por su amiga y representante Marisa
Artana, había adquirido una finca en aquel pueblito de la costa, no tan alejado
de la perla del Atlántico pero lo suficiente como para mantenerla en el
anonimato. Nadie debía saber, en especial la odiosa prensa de espectáculos,
cuál había sido el destino de la famosa Mercedes Alvarado.
Un año atrás había
dejado Buenos Aires sin que nadie se enterase y ocupó la casona de la finca
adquirida en la costa. Marisa le había conseguido un ama de llaves asegurándose
de su discreción. Antes de despedirse de Mercedes le sugirió que se contactara
con un grupo de damas, una especie de club de canasta que se reunía para hacer,
además, obras benéficas. La reacción de la actriz fue tremenda y le prohibió
terminantemente que volviera a hacerle otra sugerencia por el estilo. Al
despedirse le pidió que no se comunicase con ella pero, ante las protestas de
la fiel representante y para tranquilizarla, le aseguró que en la
eventualidad de necesitarla ella se comunicaría.
Ya en su refugio,
con la sola compañía de su ama de llaves que cada día se presentaba a cumplir
las tareas de la casa y del jardín. La otrora gran actriz volvió a dedicarse a
la pintura, arte en el que había incursionado en su temprana
juventud, antes de que todo su tiempo fuera absorbido por su competitiva
profesión. También recurrió a la lectura y a la música para compensar el enorme
cambio de su vida de la vorágine de la ciudad a esta calma agobiante del
retiro.
Mas sus quehaceres
no lograban darle tranquilidad a su alma. Su mente se empeñaba en traerle a la
memoria actitudes mezquinas de los tiempos en que estaba en la cumbre de la
fama. De los viajes con su exmarido cuando retaceaba las propinas a las
mucamas en los hoteles de lujo y a los mozos de los distinguidos restaurantes
que frecuentaban. Entendió que aun sabiendo del aumento del porcentaje de
pobres en los suburbios de las ciudades que visitaban, empezando por Buenos
Aires, nunca ella ni su marido habían aportado un centavo para beneficencia. Como si su principal objetivo fuera obtener
éxitos y acumular fortuna.
Con el paso de los
meses, esos ingratos recuerdos de sus vigilias, empezaron a aparecer en sus
sueños y recurrió a Marisa para que le consiguiera los somníferos
con que afrontar sus noches. Se preguntaba por qué su vida habría estado
signada por ese afán de acumular dinero. Y fue en un atardecer en que
extrañamente la invadió una suave calma, mientras estaba tendida en uno de los
mullidos sillones teniendo al frente un gran ventanal que le permitía ver
el océano, cuando entre brumas encendidas por el arrebolado ocaso,
divisó una rara embarcación, de características egipcias. Los tripulantes
vestían ropas de militares unos y ricos atavíos los otros a la vez que
más hombres y mujeres vestidos con andrajos hacían las tareas propias de
los sirvientes. Se vio ella entre esas mortificadas mujeres sufriendo sed,
hambre y un calor infernal. Sentía en carne viva el colmo del sufrimiento y
desesperada corrió hasta la borda para arrojarse a las aguas.
Después pudo ver, desde un plano superior en altura, como su cuerpo era
devorado por tiburones y las aguas quedaban teñidas con su sangre.
Entonces la inundó una luz muy blanca a la vez que aliviado su sufrimiento la
envolvió una paz como nunca había conocido. Entendió que había muerto. Acababa
de conocer su final en una vida anterior.
Sintió que una
revelación le había ayudado a poner en orden su mente: era por eso su afán por
acumular riquezas en su vida actual. Cuando reparó en que estaba rodeada por la
oscuridad supo que la esperaba una larga noche sin sueño.
Al amanecer el
nuevo día ya había resuelto y planificado qué haría con su vida y con su
fortuna. Era mediados de octubre y faltaba poco más de dos meses para la
Navidad. Llamó a Marisa y le encareció que viajara lo antes posible a reunirse
con ella.
En vano la fiel
amiga trató de disuadirla. Mercedes Alvarado había tomado la decisión de
desaparecer para siempre. Tomaría los hábitos de las Carmelitas Descalzas
en el convento de San Bernardo, en Salta. Respecto de sus bienes, indicó que
para esa navidad se obsequiaran pinitos, con luces y regalos para todas las
familias indigentes de las villas y asentamientos de la comuna de General
Pueyrredón. Sobre la finca y vivienda determinó que se destinaran a Hogar
y tratamiento de enfermedades de mujeres solas y de sus pequeños hijos de
hasta dos años.
Así lo gestionó
azorada y sin poder creerlo, la fiel Marisa Artana, ante la escribanía a cargo
del Registro número uno de la ciudad.
Por eso fue que en la nochebuena, transcurridos
diez minutos escasos del día 25 de diciembre, quien fuera Mercedes Alvarado
dormía plácidamente y por última vez en la lujosa casona que había comprado
para su pretendido retiro.
En sueños sonreía viendo un corso interminable de niños
cada uno con su colorido arbolito de navidad, Tal como ella lo había dispuesto.
(*) Los hechos y personajes, de este cuento, son ficticios.-
(*) Los hechos y personajes, de este cuento, son ficticios.-
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