Tanino
Era el año mil ochocientos setenta y dos, cuando en el
muelle de La Boca, un barrio de la cosmopolita ciudad de Buenos Aires, un obrero curtidor
había notado que, alrededor de los duros postes de quebracho, el agua tenía un
color rojizo e indagando más, percibió un fuerte olor a tanino, la misma
sustancia que él utilizaba en su pequeño taller de curtiembre.
Por esos años, en el bosque chaqueño, un viajero
francés, había descubierto para la curiosidad europea , lo que los nativos de
esa región, sabían desde siempre: la savia del quebracho servía para curtir los
cueros con que hacían su calzado y otras prendas..
La novedad trascendería prontamente, tal vez
favorecida su difusión por la exposición Forestal Mundial que tuvo lugar ese año en Buenos Aires.
*
Muchos años después, en Villa Guillermina, una joven
criolla, bautizada con el nombre de su pueblo, iniciaría un romance y su vida
futura empezaría a transitar los insondables senderos que el destino le había
deparado. Juan, su padre, era obrero de
La Forestal. El hombre estaba satisfecho de pertenecer a esa gran empresa a
pesar que el salario, de por sí escaso, se lo
pagaban casi todo en vales.
La joven se puso de novia con Ramón, que no pertenecía
a los que trabajaban con los ingleses. Esta diferencia entre los que
pertenecían y los que no, fue motivo de encono entre las familias. Pero, el
amor pudo más y a pesar de existir esa división de clases, Guillermina y Ramón
formaron su familia.
La empresa La Forestal era como otro territorio, una
propiedad inglesa dentro de la Argentina avocada a talar árboles y con pueblos,
caminos, vales a manera de plata y sus propias reglas.
Las familias
nativas, como era la de Ramón, le tenían pica a la empresa desde cuando el
gobierno, en pago de una deuda de muchas libras esterlinas,
entregó a los ingleses dos millones de hectáreas de campos boscosos poblados
principalmente de quebracho
colorado. Los nativos de origen, que
desde sus ancestros cazaban, pescaban y comían los frutos sin tomar más que lo
necesario para vivir; vieron reducido su trabajo de pequeños criadores. Por
entonces, una abuela de la comunidad que veía
el futuro, había sentenciado:
-Van a desaparecer mulitas, carpinchos, tucanes, hasta
osos hormigueros van a desaparecer, si siguen cortando árboles como lo están
haciendo.
Y era verdad, hasta un ferrocarril propio instaló la
empresa para acarrear los rollizos al puerto de Santa fe.
La Forestal que, pasando el tiempo sería un flagelo
ecológico, se había iniciado en mil ochocientos ochenta y cuatro, con la
llegada de la empresa; fundarían cuarenta pueblos cuyos habitantes eran los
obreros a quienes, a manera de dinero, les pagaban con vales para que compraran
todo lo que necesitaran en los almacenes de la misma empresa.
Pero nada es para siempre y en mil novecientos
cuarenta y ocho, cierra la primera de las fábricas, dando inicio a un proceso
de desmantelamiento que culminaría en el sesenta y tres. Quedaba atrás un
territorio desertificado, desocupación y conflictos laborales con la
consiguiente represión por parte de las fuerzas del gobierno.
*
Pueblos fantasmas fueron quedando cuando las familias
emigraron y entre ellos Ramón, Guillermina y sus cuatro hijos. Se fueron a
Buenos Aires en busca de una vida mejor. Los
recibió un pariente y con su ayuda se instalaran en una Villa cerca de
La Boca.
En la escuela de la Villa, la maestra habló del cambio
climático y de sus causales sin saber que habían comenzado muchos años atrás y
justamente los bisabuelos de esos niños
se contaban entre las primeras víctimas, allá en las lejanas llanuras
chaqueñas. Otro día, la señorita llevó a los alumnos a conocer La Boca, sus
pintorescas casas de chapa pintadas de vivos colores y hermosos murales,
entonces les habló de quien era el motivador
de tanto colorido en ese barrio, un pintor que vivía allí, llamado Benito
Quinquela Martín. Visitaron el antiguo puerto…Y los niños no sabían que en esos
muelles de gruesos troncos, casi un siglo antes, un obrero curtidor había
descubierto que esa madera daba una sustancia básica para el tratado de los cueros.
Sobre sus cabezas pasó un enorme Jet atronando el aire
con el ruido de sus turbinas y los niños no sabían que era uno de los miles de
aviones que en ese momento surcaban los cielos de todo el mundo, movidos por
combustible de origen fósil y
contribuyendo al calentamiento global.
El día antes, en el aula, la señorita les había
enseñado distintas formas de cuidar el medio ambiente y como digno corolario
los niños copiaron en sus cuadernos con letra muy clara, prolijamente y sin
errores de ortografía, la conocida frase
del Gran Jefe Indio de Seattle,
que bien pudiera haber salido de la boca
del bisabuelo de Ramoncito:
“Sólo después de que el último árbol haya sido
cortado, sólo después de que el último río haya sido envenenado, sólo después
de que el último pez haya sido pescado, Sólo entonces, el hombre descubrirá que
el dinero no se puede comer.”
***COB***
La llanura chaqueña existe y estuvo poblada de bosques autóctonos, después de su tala indiscriminada quedó transformada en un desierto. Por eso si bien en este cuento de mi autoría los personajes son ficticios, la depredación de esos bosques , son una lamentable realidad.
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