En tanto en la cocina, levantando la voz para ser oída desde el dormitorio, Doña Rosario llama: -¡Jacinta! ¡Vamos! ¿No te habrás vuelto a dormir, muchacha?
Y, precisamente en este momento, Jacinta fiel y responsable, mano derecha de su madrina, viene entrando a la cocina para iniciar junto a ella, como todos los días, la jornada de trabajo doméstico.
-No pues. Aquí estoy, Doña…Lista para empezar el día.
Y como su madrina la reprende por no saludar, Jacinta le da los Buenos días y se disculpa argumentando que todavía anda medio dormida. Dejando el desayuno para la vuelta, acepta un amargo que le ofrece la mujer y en seguida toma uno de los tarros y se dirige a la salida.
El trayecto hasta el corral, en la mañanita serena de La vega, está poblado del canto de las aves, mugidos de vacunos y algún relincho. Allí Zoilo ya maneó la vaca overa y ante la llegada de las mujeres acerca el ternero a la ubre para que le baje la leche. Y mientras el ternerito se apura a mamar golosamente, el muchacho saluda sonriente :
-¡ Guen Día Jacinta! …Linda la mañanita, ¿eh?
-Güen día pa vos también; responde la joven.
Y Zoilo, con la audacia de su afecto por la chica, queriendo prolongar el diálogo le pregunta:-¿Cómo amaneció Jacintita? Ella, con una lógica que descoloca a su pretendiente, replica:- Acostada pués…como amanecen todos.
Entonces, interviene la madrina de la una y patrona del otro, para dar por finalizado el diálogo, en forma terminante pero amable al decir: -Bueno Zoilo, basta; que se la va tomar toda el ternero…Atalo en el cerco, donde no alcance la ubre. -Al trabajo Jacinta, vos d´ese lao y yo d’este.
Puestas ambas mujeres al trabajo del ordeñe diario, la mayor le sigue hablando al peoncito:
- Andá nomás Zoilo, que nosotras nos arreglamos…Seguí desyuyando
la huerta y estate atento con el agua… acordate que hoy nos toca el riego.
( Continuará)
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