Mientras el visitante pasa y cambia las primeras palabras con la dueña de casa, Jacinta murmura un casi inaudible pedido de permiso y sale de la cocinaEs evidente que esta segunda visita de Juan se debe a que quisiera ver a Clarita; la mujer mayor, que le ha ofrecido tomar unos mates, infaltable gesto de agasajo a toda visita admitida en su casa, al ver que no cuenta con ninguna de las jóvenes, le pasa los implementos para que el propio mozo lo prepare. Pero este le agradece y, para sorpresa de Rosario dice que se le han ido las ganas de matear… Está implícito que se arrepiente de haber hecho esa visita. Se siente desalentado al no recibir de la pretendida ni una señal de interés por él.
Con su lógica y experiencia, la señora, en buena forma le dice que, si la chica no está mostrando interés, alguna razón tendrá, a veces es cuestión de tiempo…Bien sabe Juan que es bienvenido en la casa pero, a la vez le deja claro que está en él mismo como varón, saber ganarse la prenda que le interesa.
En tanto tal ocurría en la cocina, Jacinta ha salido para ir a comentar con su amiga refugiada en el dormitorio. De inmediato atendiendo al pedido de Clarita, vuelve para escuchar detrás de la puerta; en eso está cuando la sorprende la salida del muchacho…Para colmo al querer alejarse prontamente, tropieza con el perrito que grita y ella casi se cae, incidente por el cual no puede evitar que la vea. Jacinta titubea y dice, como justificando su presencia allí, que viene de darles de comer a las aves domésticas.
Juan, sin darse por enterado de sus palabras, le da un mensaje a su manera , es decir que le impone el encargo: Que le diga a Clarita que “hubiera querido verla”. La muchacha repuesta de la sorpresa responde que ella no es mensajera , que para eso está la oficina postal.
Mas Juan, seguro de sí, no parece escucharla y agrega:
- Dale mis saludos y decile… que ningún forastero engominado la va a querer con tanta lealtad como este gaucho…humilde pero sincero…¡Así decile!
Mientras Jacinta se queda sin palabras, él sin esperar respuesta se despide con un:
- ¡Hasta la vista!
Y sale con paso decidido hacia el cerco donde dejara atado su bien aperado caballo malacara.
(Continuará el próximo jueves)
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