jueves, 1 de septiembre de 2011

Pasión Campesina



Jacinta deja la bolsa, se pone a ayudar en la tarea y la charla se instala fácilmente con las preguntas de doña Rosario y las noticias que traen las jovencitas.


Para Rosario fue bienvenida la charla. Sin dudas la mejor manera de evitarle pensar. Después de enterarse que han conseguido todos los artículos que encargó, pasan a las novedades traídas del boliche y, entre ellas lo más notorio, como puede preverse es el nuevo colaborador del turco. Las chicas lo describen con tal entusiasmo que motiva las sonrisas de la señora quien por el tenor de los comentarios se va dando cuenta en qué terminará la cosa. Conoce a sus protegidas pero más sabe por experiencia y cuando llega el pedido no se sorprende. Mas, siendo el fundamento para invitarlo, que el joven forastero se aburre estando en un lugar nuevo y distinto a más de no tener amigos, lo que ha despertado la conmiseración de las chicas; la madraza entiende que es momento adecuado de aleccionarlas con una premisa que ella tiene muy por segura:

-Nunca le tengan lástima a un hombre…eso es justamente lo que buscan para después sacar provecho.

Proseguirá con las reflexiones, mientras sirve tres platos repletos del sabroso guiso que preparó. Después seguirán los consejos: -El buen concepto de una mujer es la mejor credencial para un apropiado matrimonio. De ahí que una joven no puede estar yendo y viniendo con uno y otro; menos con el primero que aparece y que vaya a saberse quién es. Clarita no va a contradecirle, nunca lo hace mas , cuando Jacinta, con la mirada le transmite el mensaje: -viste que yo tenía razón… decide hacer oír su criterio, no ya para su amiga que la escuchó en el camino , sino para que lo oiga su abuela:

-No hay nada de malo en que la gente hable cuando se es joven y se está muy lejos del casamiento. Hoy en día las chicas no se casan tan jovencitas.

Jacinta, un tanto para suavizar la conversa y otro tanto en elogio del forastero dice que, aunque más joven, Amir la hizo recordar a Miguel el poeta, por su elegancia y forma de hablar y esa prestancia que, a su modo de ver, les da a los hombres la vida en la ciudad.

-La educación, m´hija…La educación…pero, ustedes que son chicas de acá no deben mirar en menos la valía de los jóvenes del paraje . Ya los conocen, y ellos a ustedes. ¿Qué saben de los forasteros, de lo que hicieron allá en la ciudad y acaso saben si en cualquier momento pegan el vuelo…

-Madrina, nadie habla de noviazgos…Menos de casorios dice una.
                                                                   Continuará

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