jueves, 15 de marzo de 2012

Pasión Campesina


Clarita, quien ya había sido puesta sobre aviso, por Jacinta, de  la visita de Juan a su madrina; no hubiera querido tener que enfrentar la situación. En esos minutos que llevaba Juan en la casa, ella había recorrido en sus recuerdos la época de la escuela, en particular los últimos grados de la primaria, cuando niñas y varoncitos comenzaban a mirarse con otros ojos, ya no de niños sino de otro estadío, que ellos no sabían cómo se denominaba, pero que si se daban cuenta que cambios en sus actitudes y en su físico los estaban modificando y haciéndolos parecer mayorcitos.


Era verdad, pensaba ella, que Juan se destacaba en aquel grupo de muchachitos: venía a la escuela en un caballo que era el mejor y era suyo, vestía siempre ropas de gaucho: bombachas, botas, campera, todo de calidad que parecían siempre nuevos . Era de pocas palabras, lo justo y necesario, no era de hablar tonterías como algunos chicos de su edad; en todo eso  se había fijado Clarita y por eso sentía una especie de admiración por él. Habían tenido algunas conversaciones, pero nunca solos sino, por lo general, acompañada con Jacinta u otra compañerita. El saludo, las sonrisas parecían presagiar una relación sentimental incipiente.

Pero con la llegada de Amir a La Vega, las cosas cambiaron para Clarita. Primero, tanto a ella como a su casi hermana, les llamó la atención los modales de trato y la vestimenta del chico llegado de la ciudad y, cuando en el almacén tuvieron oportunidad de mantener el habitual diálogo de comerciante y clientes , en Clarita habían comenzado a modificarse sus anteriores parámetros de lo que podía ser un joven de su agrado. Tal vez de lo que ella esperaba de un muchacho con el cual ser amigos y conversar…Eso justamente, conversar, algo en lo que Juan fallaba y en lo cual, por contraste, Amir era muy ducho. Lo que se podía decir un chico “desenvuelto”.

-Clarita…¿Oíste? Vení hija…

Se repitió el llamado de Doña Rosario.

……………………………….Continuará………………………….

Los hechos y personajes de este relato son ficticios.

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