Presentación
“Hablando de
Roma…” pensó ella cuando vió que en el
teléfono interno se encendía a lucecita roja que titilaba indicando que
él quería hablarle: levantó el tubo y dijo -¿si?
A lo que oyó
el habitual: -Cariño, ¿cómo está la noche? –Muy concurrida y tranquila; respondió
Aurora. Entonces dormiré un sueñito, dijo él y agregó: -Un besito. -Otro. Le
dijo ella y colgó.
Así eran las cosas
en las noches de “Azar”. Se apoltronó en el sillón y permaneció estática
moviendo sólo los ojos en otra recorrida, ahora visual del salón y la parte del
bar que se podían observar desde allí. Todo estaba bien. Se
irguió buscó en su cartera y extrajo un espejito en el cual, ahora, inspeccionó
su rostro: los ojos; siempre los ojos .Desechó por el momento dirigirse al
toilette para un retoque del maquillaje y el peinado. Implicaría entrar a la
oficina y no quería despertar a Esteban.
Una hora
después decidió realizar otra ronda por
el salón y se dispuso a bajar, acomodó sobre sus hombros el chal blanco de piel sintética de mullido pelo
tipo oso polar. Tomó el vaso, su infaltable
amigo más cercano en aquellas rondas.
Al poner un
pie en el salón se dirigió a la mesa de Punto y Banca.
Quedaban tres
lugares libres, decidió ocupar uno, por eso fue hasta la caja y compró algunas
fichas.
Regresó y sin
sorprenderse, comprobó que dos de los lugares habían sido ocupados por los
caballeros en quienes había reparado antes. Ya había decidido ubicarse allí y,
por otra parte, no había motivo para que cambiara de idea. La silla libre
quedaba justo en frente del señor de traje gris eso la inquietaba, sin
discernir el motivo. A poco lo supo. El
hombre la miraba casi constantemente; jugó dos manos sin suerte lo cual le dio
motivo para levantarse.
Siguió su recorrida
un poco molesta consigo misma por haberse levantado de la mesa…¿Acaso
era una jovencita inexperta? ¿Por qué la incomodó la mirada del hombre de traje
gris? Y, para colmo, en su propio lugar, en su casa. ¡Qué imbécil! Se
sorprendió a sí misma porque había murmurado el insulto. Menos mal que nadie la
había escuchado. Siguió hacia la próxima parada de su itinerario, el bar.
Caminó entre las mesas, varias ya estaban desocupadas y al llegar al mostrador
repitió el ritual de recibir del barman el informe y fuego para encender un
cigarrillo. Su vaso de té estaba vacío pidió
scotch on de rock con un tono
que el barman entendió, debía servirle de verdad la bebida.
Se sentó en
una banqueta y allí permaneció deleitándose con el cigarrillo y la bebida.
Mientras transcurría el tiempo, trató de
recordar al hombre del traje negro; una vez habían sido presentados. Era un
empresario aunque no recordaba de qué rubro Solía concurrir a “Azar” aunque no
era asiduo. A veces venía con su esposa y, con frecuencia, además con otros hombres. Siempre de su edad,
cincuentones o mayores, seguramente también empresarios como él.
-Buenas
noches. Sumida en sus pensamientos no se había percatado que los dos caballeros
se habían acercado a la barra, respondió con un hola y a la vez que le extendía la mano el de
traje oscuro preguntó ¿No la acompañó la fortuna? Ella sonrió y entonces el
empresario dijo, señalando a su acompañante –Mi amigo, el señor Cuenca, éste
extendió su mano que estrechó firme la de Aurora con un –Mucho gusto, Bernardo
Cuenca.
Si no hubiera
sido una mujer dotada de entrenamiento para disimular los impactos emotivos, la
mujer se hubiera puesto en evidencia por la conmoción que le causó la mirada
clara y profunda del hombre. Ella ahora entendía el motivo de su inquietud en
la mesa de punto y banca, su pronta retirada y el disgusto siguiente.
-Mi amigo está
de paso por Buenos Aires y quería conocer lugares interesantes, por eso lo he
traído.
-Espero que se
haga habitué, dijo ella y siguieron
conversando los tres. Supo que Bernardo poseía un campo en el sur, una estancia.
Que era cliente del otro quien era un empresario porteño, proveedor de
artículos sanitarios para el ganado. Aunque no se extendió demasiado la
conversación, Aurora se enteró que el forastero era soltero y también se dio cuenta
que el compañero había guiado la conversación para que ella recibiera ese dato.
Ella se alegró interiormente, mas de inmediato se preguntó por qué; no estaba a
la búsqueda de candidatos y se encontraba bien con Esteban. El negocio funcionaba bien, la
pareja también…Es decir…la pareja ¿Eran
realmente una pareja? Objetivamente lo eran, compartían vivienda y cama aunque no estaban casados.
Convivian aunque no eran una familia , no tenían hijos ni habían hablado al
respecto, señal que ninguno de los dos lo pensaba siquiera. Los unía el
negocio, “Azar” y se sentían satisfechos con los resultados económicos de su
empresa lo cual bastaba por el momento.
Les dijo que estaba encantada del momento compartido pero
que debía dejarlos para atender su trabajo. Sabía ella que era sólo un
pretexto, en realidad necesitaba finalizar aquella charla que la inquietaba demasiado. El estanciero
dijo estar deslumbrado por el lugar y que concurriría antes de volver al sur.
El otro también tuvo palabras de elogio como que no abundaban casas de ese
nivel en la ciudad y saludaron ambos a Aurora quien se alejó con paso firme y más
rápido que en sus habituales recorridas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario