Ese fin de semana también estaba muy concurrido.
Luces, música, sonido de copas
y la tenue neblina del humo de cigarrillo que persistía a pesar
de los extractores funcionando
a su mayor potencia.
Desde su mesa, Aurora vio ingresar a dos hombres entre
el movimiento de gente que entraba y algunos que salían,
y de inmediato supo que al del traje gris nunca lo había visto en "EL AZAR"...ni en otra parte.
Pocos detalles escapaban a su registro desde el puesto de observación, en el primer piso, y a manera de balcón desde donde seguía el movimiento de público, mozos y croupiers. El acceso, el bar y el salón principal eran escudriñados desde aquel lugar que le permitía seguir cuanto aconteciera en el negocio. A su espalda una puerta tallada en roble, daba acceso a la oficina de Esteban, su socio, amante y patrón. Desde allí observaba, con su infaltable copa que rara vez contenía alcohol y casi siempre, como ahora, un té fuerte y ligeramente edulcorado que bien aparentaba el color del whisky.
Vio que el conserje se había acercado a los dos caballeros recién llegados y los guiaba hasta una mesa en el bar.
En una mesa de ruleta alguien había acertado un pleno, un murmullo de aprobación y algún batir de palmas subieron claros por encima delos sonidos del salón. Un cliente había ganado y eso, antes que preocuparla significaba que otros se animarían a apostar más porque, bien sabían ella y Esteban que ver ganar a un apostador, estimulaba el ansia de ganar entre los habitués. Así como, sabían que no había riesgos en el balance final para la casa, la cuestión era una oportunidad entre treinta y seis.
Pronto sería oportuno que diera una vuelta, la primera de la noche, copa en mano, compartiendo, como buena anfitriona, con los concurrentes. Una onrisa aquí, un ¡hola! allá, deteniéndose a mirar una apuesta, o esperando una bollilla próxima a detenerse para luego escuchar el típico canto del color y la cifra que el azar había decidido, llevando la alegría a algunos y la decepción a más. Mientras ella, con su presencia era, el ojo que engorda el ganado... Le gustaba esa parte de su rol en la empresa, pasearse como una princesa plebeya y sofisticada, y "EL AZAR" su principado; pero estaba claro que el rey era el que estaba en la oficina, detrás de la puerta tallada en roble.
Elegante, pausadamente, Aurora bajó las escaleras que la llevaban al mismo plano que los súbditos, en realidad los parroquianos. En su mano derecha el vaso simulando whisky con tres cubitos de hielo flotando y lanzando destellos que competían con los de su pulsera de oro y con su collar de perlas, sintéticas pero caras. El vestido verde oscuro le sentaba, toda su indumentaria le sentaba, no en vano había incursionado en el mundo de la moda y no en vano estuvo a punto de convertirse en modelo profesional. De haberse concretado, hubiera dejado conformes a sus padres, pero...Le sonrió a alguien ya poniendo su pie derecho en el salón de juego y, con leve movimiento de su cabeza, alejó el recuerdo familiar.
La mullida alfombra bordó, era grata a sus pies, elegantemente calzados en unos zapatos negros charolados que se complementaban regiamente con el vestido. (Continuará)
El presente relato, los hechos personajes y lugares son imaginarios.-
No hay comentarios:
Publicar un comentario