COSECHA FÁCIL
Llegó
a la barra, depositó el vaso casi vacío y el barman que se acercó solícito,
aunque era la rutina le dijo más con el gesto que con palabras : todo bien y acto seguido , como un
ritual, extrajo del bolsillo de su chaleco un encendedor y extendiendo el brazo
le alcanzó lumbre al cigarrillo que ella había extraído del pequeño estuche que
, haciendo juego con su vestido, llevaba en la mano izquierda enfundada en un
guante de gamuza negra.
Conforme
con la concurrencia que colmaba el bar, su mirada sobrevoló el recinto y pensó
que después de hacer su aporte a la recaudación diaria consumiendo, casi todos
pasarían a probar suerte en la sala de
juego y ya fuera en las maquinas tragamonedas, en la ruleta, en punto y banca o
donde fuera dejarían más aun contribuyendo con “Azar” que era lo mismo que
decir con ella y su socio.
Ella
misma contribuía cada noche. Le agradaba apostar unas fichas que compraba con
su propio dinero porque, caramba, no pensará el observador inadvertido que
aquel negocio sería como un almacén de barrio, donde la mujer del dueño vendría a buscar
tomates y un trozo de queso para la
pizza familiar o a retirar unos pesos de la caja para comprar cualquier cosa
que hiciera falta… Que para eso era la mujer del dueño…¡No! Obviamente que, si
quería apostar, debería comprar sus fichas y, como debe hacerse en una casa de
juego, pues no más ni menos que sacando el efectivo de su bolsillo, o sea de su
monedero y entregando el importe en boletería
a cambio de las pequeñas rodajas de esperanza.
Apenas
cinco minutos permaneció en la barra, avanzó en su itinerario siguiendo entre
las filas de mesas que se ubicaban
próximas a la galería que se extendía al frente del edificio y con su paso
señorial y sin prisa ,comenzó el retorno hacia el salón de juegos.
Un
par de veces se detuvo en aquel sector; a saludar a una pareja conocida primero y
después a cambiar algunas palabras con tres damas con las que solía conversar
cuando el tiempo lo permitía, no esta vez, en que por ser sábado la
concurrencia era masiva.
Habría
querido probar suerte en Punto y Banca pero, tenía por norma no distraerse de
su tarea los días de gran concurrencia de público; tal vez más tarde o mejor
dicho en la madrugada del domingo;
cuando bajara la densidad de parroquianos en las mesas de juego. Por eso ahora,
concluida su ronda, se dirigió a su lugar en el “puente de mando” y allí,
cómoda en su sillón y acodada a la mesa
de sólida madera, finamente trabajada por algún ebanista ; se decidió a ver
transcurrir ese tiempo de cosecha fácil
para sus arcas.-
-Cosecha
fácil, no. Le retrucó con firmeza
Esteban alguna vez, cuando ella así lo
había manifestado en un comentario ligero de una conversación entre ambos
respecto al funcionamiento del negocio. Y su socio y amigo sentimental le dejó
muy claro que para haber llegado a esa productividad que podía decirse era un
flujo continuo de dinero efectivo, él mucho había trabajado antes: pensando,
organizando, diseñando, contratando, coimeando, trajinando, gestionando,
invirtiendo y, había agregado entre líneas que no porque hubiera llegado ella ,
ahora, a la sociedad, invitada por él y aportando su bien de capital, por
cierto que muy valorado por él, como eran su presencia, y su gracia personal; no era cuestión que se calificaran
tan livianamente los resultados como:
“cosecha fácil”.
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Relato imaginario, en sus hechos, personajes y lugares. Prohibida su reproducción total o parcial.-
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