jueves, 7 de noviembre de 2013

"LA PRINCESA DEL AZAR"

                                           Paisaje en óleo sobre cartón de Fray Guillermo Buttler
                                                         




PERSISTENCIA

No quería revivir ese recuerdo ahora, necesitaba dormir, al otro día debería tomar el tren en Plaza Constitución; entonces buscó una pastilla de clonazepam y por fín, a los pocos minutos, cayó en un profundo sueño.

A esa hora Aurora estaba en su departamento, ya liberada de su atuendo de noche y quitando su maquillaje pensaba en la conversación que había tenido con el estanciero. Ella había narrado algunos pasajes de su vida pero lejos estaba de haber contado todo acerca de su historial; y estaba segura que Bernardo habría hecho lo mismo. Las vidas de dos personas adultas no pueden agotarse en un par de horas de conversación, aunque lo hubiesen querido hacer. Fastidiada con sí misma, por estar pensando en el encuentro, en una forma que no acostumbraba hacer en “Azar”, se despreocupó de la charla con el sureño ; se convenció que en unos días se habría olvidado del hombre y de su historia y acaso él tampoco regresaría por  allí, aunque lo hubiera prometido. 

Se disculpó con Esteban por estar muy cansada y tomó su habitual sedante para dormir mejor; de todos modos cuando fue a acostarse su pareja ya dormía profundamente.

Cuando despertó ya eran las once, Esteban había salido. Mientras tomaba su baño de espuma y sales volvió, de pronto, a pensar en el paisaje que su nuevo amigo le había descripto. La casa en medio de un terreno llano, cubierto de pastos por donde pasaba, dando un rodeo,  un río de aguas transparentes que venían de las vertientes cordilleranas. Algunos árboles plantados hacía muchos años enderredor de la casa y, enmarcando el conjunto,  los cerros cubiertos de plantas bajas de la pre cordillera,  uno de los cuales remataba en una formación rocosa de color amarillento que daba el nombre de “Piedra Amarilla” a la estancia.
No había faltado el relato acerca de las tareas del campo consistente en la crianza de ganado vacuno y lanar, así como caballos para el trabajo y la venta porque era costumbre que calificaba positivamente a una estancia criar equinos. De lo anterior se desprendía la necesidad de dedicar una extensión importante al cultivo de pasturas.
 A esta altura del repaso mental de la conversación, Aurora se preguntó cómo este hombre del sur no se había casado y cómo vivía en esa lejanía con solo su personal de servicio y los pocos peones  que realizaban los trabajos. Siendo bien parecido, con excelente conversación y seguramente con un muy buen pasar económico, le habría sido muy difícil eludir las redes que más de una dama  le habría tendido porque, si de algo no tenía dudas Aurora, era que Bernardo Cuenco era un excelente partido, ya fuera en el sur lejano como en la capital.

Ella misma si no estuviera cómoda y bien donde estaba, lo habría tratado de conquistar… ¿Ella  estaba bien realmente? La pregunta le vino de pronto y la sorprendió, por lo que prefirió salir de la bañera y, después de completar su aseo, salir a desayunar. (Continuará)
Los personajes , lugares y eventos del presente relato son ficticios.

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