En el tren al sur, que había partido a las nueve de Plaza Constitución, Bernardo viajaba de regreso a su domicilio, sus sentimientos eran contradictorios pues se alegraba como siempre que emprendía el regreso a su lugar, pero hubiera deseado permanecer más en la capital y volver a encontrarse con Aurora. Ahora desayunaba en el coche comedor, quizás al mismo tiempo que su nueva amiga tomaba un baño de inmersión. Era posible que los pensamientos de ambos confluyeran en un mismo punto: la conversación mantenida la noche anterior.
El viaje duraría treinta y seis horas y el hombre tendría tiempo para leer, siempre llevaba consigo un par de libros y el diario capitalino que comprara esa mañana en la estación. Tendría tiempo inactivo, en el tren y después en colectivo, para pensar en todo lo que le viniera a la cabeza. Ya habían dejado atrás los suburbios que rodeaban la capital y aparecían los verdes campos de la provincia interrumpidos de tanto en tanto por los pueblos. Encendió un cigarrillo y comenzó a hojear el diario para detenerse en la sección que más le interesaba, la referente al ámbito agropecuario. Mientras se enteraba acerca de nuevas maquinarias enfardadoras de pastos unas, de lanas otras, su pensamiento se impuso y el recuerdo voló muchos años atrás, cuando conoció a Frida, en las ferias de la Sociedad Rural de la región, él tenía veinte años y ella algo menos, quizá dieciocho. La joven vivía con su madre y un hermano menor en el pueblo. Bernardo había quedado muy perturbado por la belleza de la chica de ojos celestes y rubios cabellos que delataban un origen teutón. Atendía el local de tejidos de la feria y Bernardo había llegado pocos meses antes a radicarse en la estancia y trabajar junto a su padre. Se encontraron cuantas veces pudieron en los tres días que duró la feria y en adelante se siguieron viendo. Vivieron un romance por casi un año luego de lo que dejaron de verse, mas de la relación nació un niño, hecho del que Bernardo no se enteró sino diez años más tarde. La madre de Bernardo se había opuesto a que siguiera alternando a la joven y por eso, sin que el hijo lo supiera, no dejó en paz a su esposo hasta lograr poner fin al noviazgo. Como mujer de mucho carácter impuso su criterio que consistía en que era muy joven para formalizar, ella reservaba para su hijo estanciero un casamiento a futuro con alguna señorita de nivel acorde a su posición social.
Por entonces Bernardo, consciente del poder que representaba para él ser hijo único del promisorio estanciero que era su padre, ya sabía que podía satisfacer todas sus apetencias , desde el automóvil que tantos de su edad no podían acceder, hasta los viajes y placeres diversos; así que pronto olvidó a la joven pueblerina sin averiguar por qué ella y su madre habían alquilado su casa y partido para radicarse en la capital provincial.
El día que Bernardo supo que Geardo era hijo suyo...Pero desechó ese pasaje de sus recuerdos, plegó el diario y se dispuso a conversar con otro pasajero, era común encontrar conocidos de la zona en el tren al sur. En efecto pronto ubicó a un comerciante del pueblo y con él se puso a conversar, buen recurso para dejar de lado recuerdos que siempre lo habían incomodado.
....................................Continuará.......................................Los hechos, personajes y lugares son imaginarios.-
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