jueves, 24 de noviembre de 2011

Pasión Campesina


Doña Rosario vino, queriéndolo o no, seguro lo hizo a propósito, a sumarse a los jóvenes con el pretexto de darles la ración de la tarde a las gallinas. No escapó a su percepción que cada parejita charlaba por su lado. Asi que cuando estuvo cerca les preguntó, con su humor habitual:


-¿Y a qué se deben las parejas?... ¿Acaso van a bailar sin música?

-Conversábamos. Dijo amir, quien como gente de ciudad, tenía más prontas las palabras, ya sea para responder como en este caso o para explicar algo o también para preguntar. Los jóvenes del campo suelen ser, por lo general, más taciturnos y lentos en las respuestas.

Doña Rosario miró con picardía a Zoilo y le dijo: -A tu juego te llamaron, Zoilito…

Jacinta, roja como las flores de los notros que ya pintaban las laderas de los cerros, se había alejado del muchacho, pero no antes que la madrina la hubiese visto. Entonces la mujer que ya había dicho lo suyo para que supieran que no la iban a “hacer sonsa”; le preguntó al invitado qué le había parecido aquel lugar:

-Muy bonito, todo muy bonito…

- No me refería a las chicas…Ja, ja, ja… Dijo al instante Doña Rosario coronando sus palabras con una de sus carcajadas, francas y espontáneas que sacudían todo su cuerpo como si la risa le brotara por todos los poros.

La actitud de la dueña de casa tranquilizó a todos. Las jovencitas se animaron a sonreír. La situación era nueva en su hogar. No recibían visitas con frecuencia; por eso aquel domingo era muy particular para todos los allí presentes.

Las chicas y Zoilo que por vivir allí bien sabían de las costumbres en “La Veguita” seguramente para sus adentros se estarían preguntando qué motivos habrían movido a Rosario para hacer la excepción de ese día e invitar al joven forastero.
                                                                (Continuará)



Los hechos y personajes del presente relato son ficticios.-

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