Fotografía de Pablo Quiroga
Doña no pensó ni por un segundo en dejar su tierra, que eso ni más ni menos implicaría trasladarse a una estancia a elaborar quesos. No…Su lugar estaba allí, en "La Veguita" que habían fundado juntos ella y Remigio y que algún día debería ser propiedad del hijo…Pero eso no pudo ser, sabría Dios qué había sido del hijo. Para poder seguir adelante lo había dado por muerto.
Ahí estaba la cuestión, guardada muy en secreto para sí, por la anciana. Ese era el motivo que los jóvenes, allí reunidos ese domingo, no percibían porque tenían toda la vida por delante. No avizoraban como ella que la vida tenía un límite, un día final, un día en el cual debería partir sin llevarse nada…Nada más que la conciencia tranquila por haber transitado con el bien por este mundo, como le pasaba a Rosario.
Pero es tiempo ya de retomar el momento en que la mujer mayor apareció allí en el verdor de ese lugar, acaso lo más parecido a su idea del paraíso, donde los cuatro jóvenes compartían gratas y emotivas conversaciones.
-Yo tampoco me refería a ellas si no al lugar. Respondió Amir. Me refería a este lugar tan bonito que tienen ustedes. Y agregó, para no ser descortés con sus jóvenes amigas:
- También ellas son muy bonitas.
Doña Rosario volvió a reír francamente, las chicas se ruborizaron y Zoilo admiró la rapidez de respuesta y el desenfado del porteño.
-Si, claro, ya lo sé y por eso mismo es que las cuido mucho. Dijo la mujer y volvió a reir. Pero ya que elogiaste este lugar tengo que decirte que es como es porque trabajamos duro desde muchos años para cultivarlo, cuidarlo y mejorarlo. Primero mi marido y yo. Y en los últimos tiempos con el Zoilo y mis hijas. Aquí no hay descanso , sólo los domingos y alguna que otra fiesta de la Patria. Quedó pensativa, suspiró y finalmente agregó: -Sí Señor.
Los jóvenes percibieron algo trascendente en las palabras y la actitud de Rosario. Algo que resumía su esfuerzo de toda la vida en aquel lugar y todos permanecieron en silencio.
Ya el sol comenzaba a descender en su trayectoria que finalmente lo ocultaría detrás de los cerros para el lado de Chile. La veterana salió de su breve ensimismamiento y retomó la palabra dirigiéndose a Zoilo.
-Bueno Zoilito, pronto va a atardecer, buscate un caballo manso para Amir y agarrá tu tobiano para acompañarlo de regreso al “Baratillo”.
El joven manifestó que no era necesario, no quería causar molestias. Pero la mujer insistió:
-Si no es molestia. Zoilo lo va a acompañar con gusto. Sabrá andar a caballo, me imagino…
- La verdad que todavía no lo he hecho. Dijo el muchacho y por primera vez se lo notó inseguro.
.............................................................Continuará...................................................................
Los hechos y personajes de este relato son imaginarios.
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