San Martín de los Andes en los años treinta
Dijo Rosario temiendo en su interior que al salir de casa a trabajar, su nieta comenzaría a alejarse y finalmente la perdería.
Clara se mantuvo firme y en el correr de los días consiguió que hicieran algunas recorridas por casas de familia buscando trabajo. Con esa intención, en las tardes, ya cumplidas las tareas principales, Zoilo preparaba el sulky y, como en los paseos del domingo, todos se dirigían al pueblo. Rosario aprovechó para ofrecer a la venta algunos productos de La Veguita, quesos y huevos principalmente. Al vender en las casas conseguía mejores precios que dejándolos a consignación en alguno de los comercios de ramos generales.
Clarita estaba algo desanimada viendo que las ofertas de trabajo doméstico eran muy mezquinas en los sueldos ofrecidos y abundantes en tareas para realizar. Mas no perdió el ánimo y con la compañía de la fiel Jacinta, iba por las casas en busca de la salida que deseaba para iniciarse en el trabajo.
Por su parte Doña Rosario siempre las acompañaba y si bien seguía preocupada por el paso que quería dar su nieta, iba progresando en comprender que aquella no era una muchacha apropiada para hacer tareas de campo. Finalmente se fue convenciendo a sí misma que estaba bien que buscara un trabajo de su agrado. No iba poder retenerla siempre bajo su tutela.-
Zoilo se había enterado de la alterada visita de Juan a El Baratillo. Uno de los parroquianos le había contado, acaso exagerando los detalle; y él se lo contó a Jacinta. Como no podía ser de otra manera la joven se lo contó a Clarita y ésta se sintió muy mortificada por el mal momento que imaginaba habría pasado Amir.
Con esa noticia se atemperó el sentimiento de culpa por haber rechazado a Juan y acaso creció su simpatía por el otro jovencito que, sin culpa de nada, había tenido que soportar el enojo de su ofuscado pretendiente. Se propuso disculparse, y se preguntaba qué pensaría de ella Amir. Acaso pensaría que era la novia de Juan…Porque, si no fuera así, que razón había tenido para ir a hablar en su defensa en el almacén.
El domingo siguiente después de la misa dieron, como era costumbre, un paseo por el centro, después las chicas pidieron ir a la costanera del lago donde siempre alguien paseaba y se observaban los lanchones cargados con maderas que traían de los aserraderos o las balsas flotantes que remolcaba “El Cisne” con troncos talados en los bosques. En eso estaban cuando, de pronto, se encontraron con Amir.
Clarita hubiera deseado no estar allí.
..................................................Continuará...........................................
Los hechos ypersnajes de este relatoson ficticios.
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